Cornucopia

Cómo llegar
Teléfono: 915213896


El día del sorteo

(kubelick dice)

Andaba yo hace un par de días como las cabras locas, intentando completar los cientosetenta recados que dejamos para última hora antes de emigrar a provincias a ver a la familia en estasfechastanseñaladas. ¿Las pruebas de Hércules?, una mariconada comparada con ese deporte de riesgo que es sortear niños en las traseras del Corte Inglés de la Puerta del Sol. Que digo yo, estamos en plena era Pixar, existen PSP’s de todos los colores, la Wii está agotada en todas las tiendas: ¿qué tipo de droga reparten en el centro de Madrid para que Cortilandia, ese monumento a Lo Hortera encaramado allá en lo alto e iluminado a todas luces en exceso despierte semejante entusiasmo? (
Pani, sal de mi) En fin, que eché a correr como alma que lleva el diablo y aparecí de repente en el número 9 de la calle Navas de Tolosa, frente a un restaurante que se llama Cornucopia. Atraída por su inevitable fachada de cristal entré a pedir una tarjeta. La chica de la barra, sin dejar de hablar por teléfono, me sonrió. Cogí la tarjeta, le devolví la sonrisa y volví mis pasos hacia la puerta. “Yes, fifteen hundred” respondió la chica de la barra a su interlocutor. Entonces la reconocí. No sé si fueron los números, el timbre de pito inconfundible o la combinación de ambas cosas pero allí de pie con la tarjeta en la mano me di cuenta de que la chica de la barra era Kim, la secretaria del 1, 2, 3. Durante todo este proceso yo no había dejado de andar hacia la puerta así es, si, efectivamente, me tropecé con el escalón de la entrada y casi me cargo la bonita cristalera con la cabeza.

Felicis: en cuanto finalice el simulacro de amor y paz tienes que llevarme a cenar a este sitio. Por si no te parece suficiente, te cuento: el eslogan del garito es “food & art”. No te digo más.
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La era del plato cuadrado

(felicis dice)

Hoy el suplemento de Madrid de El País nos ha regalado este lúcido artículo de Eduardo Verdú. Es reconfortante ver que hay gente que piensa como nosotros. Con la mención que ha hecho este hombre de la ensalada con queso de cabra (ese totem sobre el que se sustenta nuestro blog), se me han saltado las lágrimas. Definitivamente, no estamos solos.
No, ¡¡si al final nos vamos a convertir en grupo de presión!!
¡Kubelick, a ese muchacho tan majete hay que invitarlo a comer ya!



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Me lo como todo

(felicis dice)
Cuando empezamos este blog, Kubelick y yo parecíamos tener el mismo objetivo. Pero ahora me doy cuenta de que quizá no sea exactamente el mismo. Aunque tal vez no sea malo, tal vez sean complementarios.
Me explico. Todo se debe a mi falta de paladar. Cuando Kubelick me dice que la comida de un restaurante es mejor que la de otro, yo callo y otorgo, porque la verdad es que no puedo rebatir su opinión. Vamos, es que ni siquiera tengo una opinión propia.
Yo llego a un restaurante, busco el pollo, lo pido y me pongo hasta las trancas. Que el plato es minimalista, pues pido más pan. Y ya está. Kubelick se pide un filete y si no está bueno, no se lo come. Yo pido un filete y me lo como. No pienso, me lo como. En mí sigue habitando ese niño con sobrepeso al que cuando era un bebé su madre preparaba “explosivos” (que así los llamaba) a base de quesitos, pescado, verduras cocidas, galletas, naranja, huevo y plátano. Así, todo junto. En la minipimer. Y por lo visto yo jamás rechisté. ¿Eso es un paladar exquisito? Pues no, eso es un sol de niño con todas las papeletas para ser un adulto gordo, y aunque ahora no lo soy (y mi trabajo me cuesta), mi paladar ya quedó atrofiado para siempre.
Por eso veréis que en mis posts apenas hablo de si la comida está buena o no, porque es algo que no soy capaz de discernir más que a grandes rasgos. Y cuando en el post anterior hablo de que los huevos rotos de En busca del tiempo son una sombra de lo que solían ser, me refiero a la cantidad, no a la calidad. Aunque creo que Kubelick tendría que añadir que también es aplicable a la calidad.
Y a eso es lo que quería llegar. Que yo al final me estoy centrando en el trato recibido como cliente, mientras que Kubelick se está refiriendo más a la calidad culinaria de los platos. Pero el objetivo es el mismo, advertiros de que la cosa, en materia de bares y restaurantes, en Madrid, está cada vez más inaguantable. ¿Qué más queréis?
Ahora bien, si preferís seguir yendo como borregos a los restaurantes más fashion de la capital para degustar todas las variantes de cutrensaladas templadas con sucedáneo de queso de cabra, y disfrutar como buenos masocas que seréis del trato de los camareros, este no es vuestro blog.
Felicis

En busca del tiempo




 

Cómo llegar
Teléfono: 915230818

¿Restaurante o Tetris?


(felicis dice)

El otro día, Kubelick, servidor y unos amigos fuimos a En busca del tiempo, un clásico ya de nuestra chupipandi progre y cultureta. A En busca del tiempo ya vamos por inercia, sobre todo cuando no se nos ocurre adónde ir, y el otro día, después de zamparnos de pie unos mejillones, continuamos la manduca en este rincón en el que tantas cosas nos han pasado: encuentros familiares, broncas entre amigos, caceroladas pre-reflexión y revelaciones vitales post-despido masivo.


Para empezar, ya he dicho que veníamos de picar en otro lado, y de los seis que éramos, algunos iban más llenos que los otros. Mala cosa, pensé, porque en Madrid, si algunos no piden más que un refresco, el camarero te pone mala cara. Por otro lado, me dije, el En busca del tiempo tiene un rollo más de taberna, qué cojones, no es un restaurante de etiqueta, ahí llegas, te sientas, y te pides lo que te dé la gana.

Pero no. En busca del tiempo ya no es lo que era. Ahora es un restaurante madrileño más. Primero, a hacer cola (¡para una taberna!), y luego el tema de en qué mesa nos colocan. Y a mí que me dio por echar de menos aquellos tiempos en los que entrabas en un bar y te sentabas, y ya está!

Al encargado de colocarnos, cuando le dijimos que éramos seis, maldita cifra, se le llenó la cabeza de algoritmos, raíces cuadradas e integrales. Ostia, qué atrevimiento el nuestro, pensé, el de quedar para salir seis personas, y no cuatro, u ocho, o doce…

Al final nos colocó en dos mesas rectangulares inmensas, cuando en una hubiéramos cabido perfectamente. No sé si para fastidiar o como venganza por la demoníaca cifra. Y le digo al buen tabernero: mire usted, que es que sólo necesitamos una mesa, y además lo preferimos así. Y me contesta: ya pero es que entonces en la otra mesa no queda hueco para comensales y se queda sin usar.

Me di la vuelta alucinado. O sea, pensé, que esa mesa va a estar de sobra de todas las maneras, y de lo que se trata es de joder a los clientes para no descomponer el tetris personal que tiene el hombre montado con las mesas. Como si por dejar una mesa sin sillas dejara de pasar a la siguiente fase.

Así son las cosas. En un acto de rebeldía aparté la mesa sobrante y puse cara de “que se atreva a decirme algo, que se atreva”. Me refería al camarero, que afortunadamente no se atrevió. Después vinieron los huevos rotos (una sombra de los que ponían antaño), la carne de ciervo (escasa escasa) y otros pseudomanjares como recuerdo de ese pasado que nunca ha de volver. La cuenta, sin embrago, de sombra del pasado, nada. Algo así como el doble de lo que nos hubiera costado hace tres años.

Lo pienso, y el nombre del restaurante tiene ahora una ironía implícita que te cagas.

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Can Punyetes





Cómo llegar

Teléfono: 915420921


La cuenta, por favor


(Actualizado el 9 de agosto de 2011)

No lo parece, pero Can Punyetes es en realidad una cadena de restaurantes; en su web cuento hasta seis sucursales en Cataluña y la mitad en Madrid. Este es el sitio donde los desplazados del noreste peninsular suelen llevar a sus amigos de la capital para presumir de gastronomía. El local de la calle Señores de Luzón, engaña: el toque de solera hace pensar que lleva allí más años de la treintena que acaba de cumplir. Efectivamente, Can Punyetes nació en 1981, el mismo año en que murió Josep Plá, quien hubiera apreciado como nadie tropezarse con una petita taverna como esta en aquellos años 20 del siglo pasado, cuando buscaba por Madrid, sin éxito, un buen restaurante catalán.

El cuerpo principal del menú lo componen las carnes a la brasa pero han encontrado su nicho de mercado sirviendo calçots en temporada, riquísimas butifarras y un pisto sobresaliente, todo ello a un precio ridículo. Ojo con el vino de la casa, no es bueno sino todo lo contrario.



Le Colonial





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Teléfono: +12127520808

Tierras de penumbra

(kubelick dice)

Le Colonial está al noreste de la isla de Manhattan y su especialidad es la cocina vietnamita. Lo tienen todo en plan mimbre, palmeritas y alfombras. Durante el día es esplendorosamente diáfano pero por la noche, para dar más ambiente aún, lo iluminan a base de velas, y cenar allí fue como jugar a las tinieblas en el set de El paciente Inglés. Yo, que para estar a gusto necesito sendos cirios pascuales en una cena romántica, las pasé canutas con diez en una mesa redonda y tres velitas de té. ¿La comida? Estupenda. ¿Sabéis esos rollitos vegetarianos de colores que se sirven fríos, que vienen envueltos en una crepe insulsa y que sólo saben a hierba? Pues allí los ofrecen bajo el nombre de Bo Bia y no tiene nada que ver. El ingrediente principal es el shitake o “seta deliciosa” y creedme que hace honor a su nombre. De los platos principales me quedo con el rape picante con cacahuetes y albahaca, el Ca Bam; lo presentan con unos divertidos crackers de arroz y sésamo que, en la oscuridad, tienen en mismo tacto que las hojas decorativas del centro de mesa… Evidentemente no saben igual.

Otros orientales en NYC
 


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Morimoto




 



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Teléfono: +12129898883



Autumn in New York (Vernon Duke. 1934)

(kubelick dice)


Compartir una comida con dos absolutos desconocidos es una experiencia singular. Una cosa lleva a la otra y, cuando te quieres dar cuenta, se te ha pasado la vergüenza y estás exhibiendo reflexiones de lo más sesudas. Sucedió en Nueva York, en otoño, donde, como dice la canción “los soñadores de manos vacías suspiran por tierras lejanas”. Al confín del mundo, al oriente más retirado fuimos a buscar la inspiración gastronómica necesaria para aderezar con wasabi una conversación que giró en torno a la felicidad verdadera. El uno, integrado del todo, defendía que es algo que hay que poner en práctica cada día, “no es un fin en sí mismo sino un medio”. El otro, apocalíptico perdido, rumiaba que había pasado la frontera de la esperanza, que ya “comprendió hace tiempo que la vida es una serie de mediocridades”. Y es que los españoles cuando nos entra el rollo penas emigrantes compartidas nos ponemos estupendos que no veas. Tan enfrascados estábamos en el tema que pedí el estupendo menú degustación en castellano. Sacudiendo la cabeza, musité “sorry, eh…” y el camarero, alborozado, exclamó “¡Son españoles!”… Las cosas han cambiado desde que Ana Torroja se lamentara amargamente de que allí “no habla nadie en cristiano”; hoy todos los maîtres de los restaurantes orientales de la gran manzana se llaman Gabriel.


Laureadísimo restaurante japonés muy cercano al pintoresco Chelsea Market, Morimoto se encuentra en pleno Meat Packing Distict. La comida es excelente y variada y el local es blanco y azul, brillante y oscuro, sin referencia del exterior, como un decorado de La fuga de Logan. “Carillo” dentro de lo asequible, unos 50 dólares por barba. Merece la pena dar una vuelta por los alrededores y acercarse al extremo más occidental de la isla, a la calle 11, a los muelles que desde ese lado del Hudson miran al mítico waterfront de Jersey. 

 
Otros orientales en NYC





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Cava blanca





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Teléfono: 913650103

Precio aproximado: 30 €

Compensación



(kubelick dice)



00.45 a. m.

Champán. Un brindis: "porque hace tiempo decidí que, aunque no tuviese un duro, si me apetecía, no dejaría de salir a cenar un sábado por la noche" (risas)
22.45 p. m.
"Ajedrez de croquetas, risotto de hongos y foie, pastel de berenjena y lomo con manzana"
23.03 p. m.
"Las blancas son de pollo y las negras de tinta de calamar. Perfectamente redondas, sabrosas y bien fritas"
00.11 p. m.
"No tenemos quitamanchas. Lo siento" "No pasa nada (Me encojo de hombros. Sonrío) solo huelo un poco a taberna"
23.55 p. m.
"El lomo... lo de siempre, carne de baja calidad con una salsa de toque dulce. Un día de estos la carne será buena y no necesitará acompañamiento..."
23: 14
"Empacha un poco el pastel...” “Qué ganas de protestar; eso el huevo y la mantequilla. Está suave y cuajado en condiciones. Eso sí, la berenjena está ausente. Del todo”
00.02 a. m.
“¡El vino! ¡Ay, lo siento! ¡Lo siento!” “¡El pantalón!” “¡Ay va!... ¡Toda la pierna! Bien mojadita…”
23. 26 p. m.
“El arroz está duro” “Pero está buenísimo de sabor” “Tanto como buenísimo…” “A mi me encanta...” “A mi también” “En fin…”
00: 32 a. m.
“¿Queréis una copa de champán? Invita la casa” “¡Claro!” Se aleja a coger la botella “¿Esto es por lo del pantalón?” “¡Qué va! Invitan a todo el mundo. Mira” Efectivamente, en varias mesas están tomando champán. “Aún queda un poco de vino en el mantelito… Está goteando…” “Dale con la servilleta…”
01.05 a. m.
(Con la boca pequeña. Sonriendo)“¿Nos traes la cuenta, por favor?”

Epílogo:
Unos noventa euros. Ya ves. Y toda la noche con el recuerdo del vino pegado en el pantalón: la mancha y el olor. La comida estaba buena y los camareros eran simpáticos. Pero no voy a volver. ¿Hace falta que diga por qué?











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A modo de declaración de intenciones...

(felicis dice)
Una aclaración para seguidores. Lo de la foto de Cuando Harry encontró a Sally no es sólo porque la peli mole mogollón (que también), sino porque trata de una ciudad que, además de ser la caña, es un ejemplo a seguir en cuanto al servicio hostelero. Da igual que el restaurante o la cafetería sean de lo más cutres; allí, el servicio es alucinante.

A saber:
1) los camareros te muestran continuamente su megasonrisa profidén y esos dientes tan blancos que sólo los americanos saben tener;
2) lo primero que hacen es llevarte unos estupendos vasos de agua con hielo (en España te puedes morir de sed y caer deshidratado antes de que te coloquen algo en la mesa);
3) tras los vasos, se presentan y te dicen su nombre, para que sepas a quién acudir o por quien preguntar en el supuesto casi imposible de que te sientas abandonado;
4) continuamente se pasan por si necesitas algo más;
5) sonríen, vuelven a sonreír, bromean.

Y mucho más.

El cliente español, acostumbrado al pasotismo en nuestros restaurantes, puede sentirse incluso acosado al principio. Pero rápido se acostumbra uno a lo bueno, y cuando vuelves a cualquier restaurante español, especialmente ésos que se las dan de estar a la última, sueles sentirte ultrajado.

Una amiga que vive en Nueva York ya desde hace un tiempo me dice que lo de Estados Unidos tiene una razón de ser: los camareros no tienen sueldo fijo, o tienen un sueldo base muy bajo y dependen de las propinas. ¿Injusto? Pues no sé qué decirte, más injusta me parece la tiranía a la que estamos sometidos los clientes aquí en España.

Y sí, nos encanta Nueva York, esa jungla de asfalto que no es ni tan jungla (más quisiéramos aquí ser la mitad de civilizados), ni tan de asfalto (para comprobarlo, píllate un avión y date un paseo por Central Park o cualquier otra zona verde; eso son parques, y no el Retiro); pero que quede claro que nosotros también, como tú, lector progre y a la última, odiamos a Bush.

Felicis

L'Obrador





Cómo llegar


Teléfono: 913664834
La cuenta, por favor


Cosas que hacen que salir a cenar valga la pena

(kubelick dice)





Llevaba más de dos meses intentando quedar con un par de amigas para cenar. Dos meses para poner de acuerdo a tres personas. Se dice pronto. Por fin los planetas se alinearon: una de ellas se quedó en paro y eso facilitó la conciliación de agendas para el siguiente viernes. Era miércoles y yo ya tenía antojo de mexicano. Nunca he estado en la Taquería del Alamillo y siempre que paso por allí pienso que seguro que es imposible cenar mal en un sitio con un emplazamiento tan mono… Así que llamé por teléfono para reservar pero comunicaba. Y seguía comunicando tres días después. Viernes por la mañana y una de mis dos amigas, madre primeriza recién incorporada al trabajo, me llama para recordarme que haga la reserva para las 11 "no me pierdo la hora del baño de mi niña por nada del mundo". De acuerdo. Tomar por c*** el Alamillo. Buscador: restaurante mexicano Madrid. Enter. Llamé a tres de ellos. En ninguno aceptaron reservar "después de las 10". Resignada, renuncié al guacamole y saqué la tarjeta maestra de las cenas en late night.

Está en La Latina y no es especialmente barato pero L'Obrador, como el algodón, no engaña. Un día de estos me extenderé un poco más para comentar su escueta aunque suficiente oferta de carnes, pescados y pastas, sus curiosos "álbumes de vinos" o su particular ambiente de regusto Art Decó, Pero hoy quiero destacar una virtud mayor: la de ser uno se esos sitios en los que puedes pasar una noche para recordar con tus amigas sin que el menú, los camareros o la cuenta sean los protagonistas.
Llegué la primera y me entretuve leyendo una revista (Particularmente un artículo titulado "las barricas del diablo" que reforzó aún más si cabe mi admiración por el Whiskey. Y es que cualquier cosa sabe mejor si en algún momento ha sido pecado) Llegaron mis amigas. Tarde claro. Y echándose la culpa la una a la otra. Y qué más da, pensaba yo. Tenía tantas ganas de veros.
Terminamos de cenar y pedimos una copa. Frente a nosotros, a unos cinco metros, un grupo de personas conversaba animadamente. Y, en nuestra mesa, "no me ofrecen nada mejor y voy a tener que coger ese trabajo de mierda", "si me pongo muy pesada hablando de la niña me cortáis, no os quiero dar la paliza", "la estás malcriando", "ya me lo dirás cuando tengas hijos", Y otra copa más, "te acuerdas de aquel día en que…" "¿yo? bastante tengo con el gato…" "di que sí, disfruta todo lo que puedas"…
Y ya son las dos y media de la mañana. A nuestro alrededor no queda nadie. El restaurante está absolutamente vacío salvo por el grupo que está frente a nosotras. Al pasar junto a ellos para salir una voz dice, "gracias, buenas noches" Me doy la vuelta y efectivamente, son los camareros. Llevan más de una hora sin más clientes que tres amigas despotricando frente a un whiskey. Ni un "vamos a cerrar" ni un "vayan saliendo" ni un "fuera de mi garito, borrachas". Igual de majos a las 2 y media que a las 11. Y claro, así da gusto.






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Plato y placer





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Teléfono: 913652075

Precio aproximado: 30€

¿Qué placer?

(kubelick dice)

Anoche hablaba con un amigo sobre lo difícil que es tener una relación en nuestros días. Coincidíamos en que no damos importancia a los detalles, que no respetamos el compromiso y que no estamos dispuestos a adaptarnos… Creo que esas eran las tres ideas fundame
ntales; estábamos pidiendo el segundo gin tonic y nos habíamos bajado tres botellas de Somontano para seis en la cena. Una barbaridad de alcohol, sí. La justa y necesaria para olvidar una cena terrible.
Me llamó la atención
su página web. Estaba todo muy claro y muy bien explicado. Además, en la foto parecía tan mono… Y, como son estas cosas, no me lo pensé dos veces: llamé y reservé. Cuando una camina por la calle Bailén un sábado por la noche, deja atrás Angosta de los Mancebos y se encuentra de frente con la calle de la Morería lo único que piensa es "jolín, qué bonito es Madrid". Cuando cruza el umbral del restaurante Plato y placer, le conducen a la mesa reservada y se topa con su propia imagen en cualquier espejo, primero se asusta y luego piensa "jolín, qué mal me he maquillado". Pero no. Es que el descuido por los detalles en Plato y placer empieza por una iluminación que te hace parecer la viva imagen de David Bowie en El hombre que cayó a la tierra. Y claro, una se tira hora y media delante del espejo para lucir y esto es un menosprecio que no veas. Así para empezar. Pero la cosa continúa. Y las mesas son demasiado pequeñas, los platos demasiado grandes, hay que jugar al Tetris con los mantelitos de goma y con la base de las copas para que estas no se derramen, y ¡maldita sea! La silla no para de moverse. Entiendo que Plato y placer tenga la necesidad de hacerse el guay. Pero yo me siento incómoda. Y mis amigos también. Llega la comida. El arroz recién hecho está pasado, el bacalao salado, el solomillo es carne para guisar… "El humus está rico" Si. Pero no es humus. Es una pasta de garbanzos, sí, con nata dulce... Tú me dijiste que me ibas a traer humus y esto no es humus. No es que me importe que te salgas de lo convencional pero que quiero que me avises cuando lo vayas a hacer... No habíamos quedado en esto. En absoluto... Y claro, a estas alturas, no estoy dispuesta a adaptarme. Y todo me parece mal: la tarjeta que no pasa, las cuentas que no salen, el olor a vino en la ropa… y solo quiero salir corriendo y no mirar atrás. Tanta originalidad para ¿qué?. Es todo mucho más sencillo. No me invites a champán del caro, solo quiero que los huevos estén rotos con PATATAS.



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Café Óliver





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Teléfono: 915217379
Precio aproximado: 20€ (cocktail no incluido)

Brunch, nunca mais


(felicis dice)

Cuando algo tan in como el brunch se convierte en tu peor enemigo, es que algo falla en esta ciudad. O en mí, no sé. Kubelick me llamó el sábado pasado para informarme del plan dominical: que nos vamos de brunch, a un sitio super de moda en la calle Almirante. "Gracias a Dios, no es en la Latina", pensé yo, harto de resacas fashion y de los desfiles de gafas de sol plaza Paja arriba, plaza Paja abajo.

Así que el domingo me levanté feliz de tener un plan tan super mega moderno y neoyorquino. Ay de mí, debí atender al primer presagio, y es que no encontré kiosko de camino ni pude llegar al local en cuestión con El País bajo el brazo. Tremendo fallo en una mañana de domingo moderna, progre y alternativa como Dios manda.

Llego a la cita con Kubelick (muac, muac) y lo primero que veo es que el local está a tope. Hago la temida pregunta: ¿cuánto hay que esperar? Un rato, nos dicen. Pero no importa, porque el sitio es la caña y va a merecer la pena, pienso yo.

A la hora de espera, y cuando por fin nos sientan a los siete que éramos en la mesa, te dan la carta y ves que el brunch de los cojones nos va a salir a 22 euros ..por pringao (y eso sin incluir el blodimeri). Las ínfulas neo alternativas se te bajan a las plantas de los pinreles.

Los camareros, amargados por currar en domingo, tampoco te hacen cambiar de opinión. El pedido, que la chica tarda media hora en apuntar, incluye un Actimel (y no me queda claro si esto del Actimel es algo fashion o más bien marujoide), media copa de zumo de naranja o de plátano y fresa (de bote, que quede claro), el pan, la mantequilla, los huevos y una ensalada de frutas de temporada. "¿Cuál es la fruta de temporada?", pregunto. Respuesta de la camarera: "¡Pues no sé, la de temporada!" "Claro, claro", contesto yo, alucinado. Lo mejor es que al final esa ensalada no era más que una macedonia de la de toda la vida, eso sí, enriquecida con orujo de oliva.

Ah, y el café. Pero hubo que pedirlo unas cuantas veces. También hubo que pedir azúcar hasta tres veces (éramos siete comensales, y cada vez traían tres sobrecitos, no fuera a ser que nos diera una subida de glucosa).
El blodimeri, por supuesto, lo iba a pedir el jani. Yo ya no hacía más que pensar en los 22 euros, cada vez que tenía que hacer placaje con los camareros para conseguir un poco más de leche, un vaso de agua o que te llenaran la copa de zumo como Dios manda (que no es Dom Perignon, cojones!). Kubelick mientras le hacía fotos a los recipientes superfashion en los que traían cada vez los tres sobrecitos de azúcar. ..De tres en tres, de tres en tres.

Al final, lo único bueno de este insigne Café Oliver es la encargada, Teresa. Hija, me compadezco de ti, rodeada como estás de camareros que no saben ni llegar a la conclusión de que a una mesa de siete tienes que ponerles por lo menos siete sobres de azúcar. Que no hace falta saber hacer una integral para eso...





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D'Fábula

La cuenta, por favor

Tapas para 5 personas
el 11 de mayo de 2012



De fábula en huevos rotos

Casa Matías

La cuenta, por favor
Comida para 2 personas
el 20 de febrero de 2010






Casa Matías en huevos rotos

Kaixo

La cuenta, por favor
Tapas para 6 personas
el 4 de junio de 2010

El Senador (Taberna de Cascajares)

La cuenta, por favor
Tapeo para 14 personas
el 12 de febrero de 2010






El Senador en huevos rotos

Brasserie Harkema

La cuenta, por favor
Cena para 3 personas
el 14 de junio de 2010




Le Petit Bistrot

La cuenta, por favor
Comida para 2 personas
el 12 de diciembre de 2009







Le Petit Bistrot en huevos rotos

Gumbo Ya, Ya

La cuenta, por favor
Comida para 2 personas
el 3 de junio de 2010



Pateo de Cascalhais

La cuenta, por favor
Comida para 5 personas
el 2 de mayo de 2010


De Bakkerswinkel

La cuenta, por favor
Desayuno para 2 personas
el 13 de junio de 2010





De María

La cuenta, por favor
Comida para 2 personas
el 26 de septiembre de 2009


De María en huevos rotos

La Seu

La cuenta, por favor
Comida para 2 personas
el 5 de diciembre de 2009





Root

La cuenta, por favor
Cena para 2 personas
el 25 de noviembre de 2009




Root en huevos rotos

Can Costa

La cuenta, por favor
Comida para 3 personas
el 10 de abril de 2010.




Can Costa en huevos rotos

El corral del pato

La cuenta, por favor

Comida para 2 personas
el 15 de junio de 2011

Cena para 2 personas
el 20 de marzo de 2010

L' Obrador

La cuenta, por favor
Cena para 2 personas
el 13 de noviembre de 2009









L'Obrador en huevos rotos

Casa Pepe de la Judería

La cuenta, por favor
Cena para 3 personas
el 16 de marzo de 2010



Brisas

La cuenta, por favor
Comida para 4 personas
el 11 de abril de 2010





Brisas en huevos rotos

Xentes

La cuenta, por favor
Cena para 4 personas
el 10 de noviembre de 2009



Xentes en huevos rotos

La huerta del Cinca

La cuenta, por favor
Cena para 3 personas
el 8 de diciembre de 2011



La huerta del Cinca en huevos rotos

The Corner Bistro

La cuenta, por favor


No conservo ningún ticket de The Corner Bistro; dudo de que nos dieran algo más que unos números garabateados en un trozo de papel. Sin embargo sí tenía una foto (muy mala, para variar) de la carta de precios que tienen colgada en la pared. 




The Corner Bistro en huevos rotos

Malmequer bemmequer

La cuenta, por favor
Comida para 2 personas
el 7 de diciembre de 2008.








Malmequer bemmequer en huevos rotos

Luna Rossa

La cuenta, por favor
Cena para 2 personas
el 10 de julio de 2010.