Indochina




 


Cómo llegar
Teléfono: 915240318

La cuenta, por favor

 

'Twas the week before Christmas...

(kubelick dice)

En mi oficina todo el mundo lleva un par de semanas quejándose porque los recortes presupuestarios han alcanzado a la cena de Navidad. Lejos de sumarme a los lamentos he pasado estos últimos quince días aliviada por la idea de que, por fin, este año nos libraremos de participar en lo que básicamente es una estratagema del jefe para “velar por su popularidad y ganarse el afecto de sus colaboradores, por insignificantes que sean”.

Es más, como loca de contento he estado, ilusionada por no tener que malgastar una noche obligándome a compartir más rato del necesario con gente con la que ya paso demasiado tiempo. Por que qué es la cena de Navidad de la empresa sino un grupo de “mamíferos vestidos y de pulgar oponible que buscan (cualquier cosa salvo)
inteligencia o ternura obsesionados a la caza de prepotencias calibradas por el número y calidad de sus relaciones.” Qué es sino jefecillos de todo esto que, “vasos escarchados en mano y contemplando los cubitos flotantes (fingen escuchar al pelmazo del subalterno,) inútil de cara a su ascensión mundana o profesional, (solo porque le produce) un efímero placer de poder y de afable desprecio.” Bien es cierto que, a veces, en una cena de empresa prima “lo sexual, atenuando o suprimiendo lo social”. Sí. Hay gente que aprovecha estas ocasiones para pillar. Hay quien se enfunda “una falda imperativamente estrecha (y confía en un) momentáneo poder”. Cuidado con eso, “porque la acción sexual es pasajera en tanto que soberana y duradera la de lo social.

Solo hay una forma de salir airoso de la cena de empresa: no ir.

Será por planes. Con la cantidad de reuniones de amigos que se acumulan en estas fechas. El “¡a ver si quedamos!” al que damos largas durante 360 días al año, esprinta en el tramo del lunes al viernes de la semana antes de Navidad, y terminamos por proponer hora y garito para todas y cada una de las convocatorias. Como si no fuéramos a vernos nunca más después de las fiestas. Como si en lugar del advenimiento del sempiterno ritual (a saber: deglución de turrones, berreo de villancicos, dispendio pecuniario, ingesta etílica y golpeo de familiares, no necesariamente por ese orden) lo que se nos viniera encima fuera un Armagedón producido por Bruckheimer, de los que aniquilan cualquier rastro de vida salvo unos pocos habitantes en la ciudad de Nueva York que, liderados por Will Smith, encontrarán la forma de salvar la Tierra en la última bobina…

No caerá esa breva. No. El mundo no se acabará el próximo viernes. Pero seguro que para entonces estaremos exhaustos, con hígados y estómagos reventones que producirán residuos sin parar. Los que hayan tenido cena de empresa supurarán, además, extra de bilis.

Si hay quien aún no ha tenido la cena con los amigos, te recomiendo el destartalado entorno colonial de Indochina. Abre todos los días, puede albergar multitudes y la comida es estupenda. Reserva una de esas fantásticas mesas redondas. Podrás charlar con todos y no solo con el que te toque al lado. Podrás mirarles a la cara y ver quién ha pasado un buen año y quién lo ha tenido peor. Podrás despotricar alegremente del trabajo y despellejar a los de la pandilla que decidieron no acudir en el último momento. El menú degustación ofrece por 20€ samosas, dim sum y tallarines picantes para empezar. De segundo, cuatro muestras representativas de su carta de fusión asiática, incluyendo gambas, pato, pollo y arroz.

¿Te parece caro? Entonces id directamente al chino del barrio. Por cursi que pueda parecer no es tan importante dónde vas sino con quién. En estas fechas, como dice mi amiga G, tan entrañables.


*La negrita la he cogido prestada de Bella del Señor de Albert Cohen, un libro que alguien calificó de hipercalórico y que es capaz, además, de satisfacer las necesidades más heterogéneas.


.

Mercado de la Reina / Alfredo's Barbacoa




 

Mercado de la Reina ..............Alfredo's Barbacoa
Cómo llegar..........................................· Zona Retiro:Como llegar 
...............................................................Teléfono: 91 576 62 71
Teléfono: 915213198..................................· Zona Cuzco: Cómo llegar
............................................................... Teléfono: 91345 16 39

Gloria bendita


(kubelick dice)

"You've got to laugh a little, cry a little, until the clouds roll by a little…", llevo toda la semana tarareando la misma melodía y acordándome de Spencer Tracy. The glory of love era el leitmotiv musical de Adivina quién viene esta noche, película en la que Tracy da uno de los más sencillos, hermosos y lúcidos discursos sobre el amor que se hayan visto nunca en el cine, en la tele, en un altar o en la pista de una discoteca. La película, así como el discurso, tenían como objetivo argumentar la estupidez que suponía oponerse a la relación entre la blanca Joanna Drayton, hija de Tracy (& Hepburn) en la ficción, y el negro John Pentice, o sea, Sidney Poitier.

Las familias de Joanna y John representaban dos ejemplos tan diferentes como auténticos de la sociedad americana: los unos WASPS sofisticados, cosmopolitas y pedantes, y los otros negros (pronunciado /nigros/) accesibles, campechanos e ignorantes. Al final de la película, los Drayton y los Prentice terminaban, como recomendaba el Dr. King "uniendo sus manos" y algo más, suponemos. Echando cuentas, si Joanna y John hubiesen tenido un hijo este sería hoy, aproximadamente, de la misma edad que Barack Obama, el recién elegido presidente de los Estados Unidos. De ahí la asociación de ideas y mi persistente tarareo.

Obama es también, como los Prentice y los Drayton, profundamente americano. El país que parió el Jazz es el único capaz de conseguir en una sola generación una fusión de proporciones tan equilibradas, tan perfectas: el prototipo de un producto destinado a triunfar. Solo recuerdo otro ejemplo en la historia de Estados Unidos que haya picado tan alto como Barack Obama: la Hamburguesa.

El abuelo de la Hamburguesa, el Steak Tartar, viajó desde su Rusia natal hasta Alemania donde, a principios del XIX, engendró con una sabrosa cebolla de Hamburgo a su padre, el Frikadelle. Desde pequeñito el Frikadelle estuvo en boca de todos, convirtiéndose muy pronto en la comida favorita de los marineros que frecuentaban el puerto. Seducido por las promesas de prosperidad que venían del otro lado del Atlántico, un día y sin venir a cuento, cual Leonardo Di Caprio henchido de espíritu aventurero, se coló de extranjis en uno de los numerosos barcos que salían para Estados Unidos. Pero como ocurre en las grandes sagas de pioneros, en cuanto pisó la tierra prometida su rastro se perdió durante años. Se dice que el Frikadelle anduvo por Wisconsin y que se buscó la vida en Ohio. Cuentan, incluso, que toda esta historia ocurrió mucho antes y que tuvo un primer descendiente en Nueva York en 1826. Pero lo cierto es que la primera vástiga oficial del alemán Frikadelle está registrada en 1895 en Conetticut. La llamaron Hamburguesa, como orgullosa reivindicación de su origen inmigrante. Fuera como fuese antes de aquello y a partir de entonces, al albor del nuevo siglo, el XX, la Hamburguesa se había establecido ya como el All- American Meal.

No es más que un bocadillo de carne a la parrilla, queso, lechuga y tomate, sazonado con mostaza, kétchup y/o mayonesa. Multinacionales aparte, en Madrid se pueden degustar dos tipos de Hamburguesa muy distintos. Las dos, por lo que las une y por lo que las diferencia, estupendos ejemplos de mezcla de elementos básicos. En el Mercado de la Reina podemos encontrar tumbada sobre un mollete, 200 gramos de jugosa ternera con cebolla caramelizada, queso Manchego, tomate y lechuga romana, cosmopolita y sofisticada como los Drayton. Pero si lo que realmente nos apetece es algo accesible y campechano, si lo que nos tira es el rollo Prentice, entonces tenemos que ir a Alfredo's Barbacoa. Allí nos daremos un homenaje con los casi 300 gramos de una Súper Alfredo's con lechuga y tomate cortado sin miramientos, pediremos extra de queso y bacon, la rociaremos con todo lo que encontremos en el combo de las salsas y la acompañaremos con una patata asada, una mazorca con mantequilla y, el que le guste, con una ensalada de col.



.

La Cocina de Mari






Cómo llegar
Teléfono:
915717966


Menú del día 11 euros


De menú

(kubelick dice)
En España, más que el fútbol o los toros, lo que nos gusta de verdad es criticar. Lo practicamos mucho, lo de criticar digo, porque es gratis y a veces, incluso, puede llegar a ser lucrativo. Y no hace falta tirarse al barro del realitybanderillero envidioso que embestía sin miramientos contra un primer cuchara. Y todo por un quíteme usted allá ese hidrógeno de las comidas. Valiente polémica. ¡Pff!. Hay que ver cómo son los tíos, no hay manera de que pisen una cocina sin dar tres cuartos al pregonero. Porque sí, mucha crema hidratante para un afeitado divino pero la mayoría de los novios/maridos/compañeros que conozco no se acercan a un fogón si no tienen un público más o menos amplio que les de un aplausito o unas cuantas estrellas Michelín. Más de uno y más de dos se dan pisto presumiendo de rey del fogón y te cuentan con precisión de cirujano cómo elaboran su "especialidad" o "lo que se le da bien". Pero solo tengo un amigo que, sin contárselo a nadie, es capaz de organizar a una semana vista una dieta equilibrada en vitaminas, proteínas y euros, de esas típicas de toda la vida, de las que cuadran las cuentas familiares de países en crisis de posguerra. Porque eso es lo que tenemos, mucha tontería aprendida y espejismos de igualdad y una crisis de posguerra de tomo y lomo. Ni más ni menos. Y como en estos días las vacas andan como cabras y como hemos acostumbrado la pestaña a filetes de corte impoluto que parecen atrezzo de bonitos que son pues ya ni siquiera podemos hacer aquello que hacía la abuela de aprovechar del cerdo hasta los andares. de televisión para sacar tajada de tan estimulante actividad. Buen ejemplo es el rifirrafe que hace unos meses saltó a los ruedos de la restauración patria con la publicación de cierto libro de cierto


Comer las vísceras de los animales se ha convertido, también, en un lujo. Ese hígado encebollado, esos riñones al jerez, esas mollejas a la plancha, en estos tiempos que corren si no vienen con tropecientos certificados son más sospechosos que un rumano haciendo footing por La Moraleja. Así que el tan prosaico término de casquería está abocado irremisiblemente a la extinción. Porque somos unos pijos ignorantes faltos de criadillas: leemos foie y no lo asociamos a una glándula sangrante. Y, sin embargo, le negamos el beneficio de la duda a cualquier corderito solo por que tiene un precio razonable y le presuponemos caníbal y bobino, las dos con be, y con un cerebro esponjoso que no sirve para hace buñuelos. Nada más que de criticar y de criticar.


Al cocinero envidioso y segundón del principio le ha salido el tiro del libro envenenado por la culata. He leído esta semana que mientras los Adriás, Arzáks y, Arolas andan de capa caída los restaurantes de menú están en alza. La cocina de Mari ofrece de lunes a viernes tres primeros y tres segundos a elegir, bebida, pan, postre Y café. Todo en La cocina de Mari es “del día”, los guisos, los postres y las salsas. El recinto es reducido pero tiene unos espléndidos ventanales que abren el local hacia la calle. José Rodríguez, omnipresente maestro de ceremonias, ejerce de también de tramoyista mientras reparte entre las mesas platos llenos de comida rica y de buen rollo. Controla hasta el más mínimo detalle, desde el tiempo que llevas esperando hasta el punto del aliño de la ensalada. Y así puede recolectar en persona las alabanzas y agradecimientos con los que le pagamos por darnos de comer tan bien y tan solo por 11 euros al día.




.

Celler de la Ribera / La Catalana II





Celler de la Ribera...................................La Catalana II
Cómo llegar.............................................Cómo llegar
Teléfono: 933107845..................... ...........Teléfono: 933190693


Donde dije digo...

(kubelick dice)
Hay ciertas palabras que me gustan solo porque sí, independientemente de lo que significan. Entre comer y engullir, prefiero engullir como palabra; comer me gusta más como concepto. La primera imagen que me viene a la cabeza cuando oigo la palabra engullir es Luke Manofría en La leyenda del indomable, jaleado por su amigo, el orondo George Kennedy, ganando la apuesta de los 50 huevos. Probablemente porque fue viendo esa secuencia cuando comprendí el auténtico significado del concepto. Y se ha quedado como primera entrada a la que accede mi memoria de manera espontanea. Qué bien engullía Paul, maldita sea. Como nadie. Comer, sin embargo, es un concepto básico que entendemos desde que somos bebés de forma instintiva. Y, ya puestos, y obviando el agravio comparativo, qué bien come Brad Pitt en la trilogía Ocean’s (11, 12, 13); es lo único de las tres películas, por cierto, que permanece inmutable: lo bien que come Mr. Jolie.

Yo que suelo a venir aquí a vomitar palabras sobre lo que como, dónde, con quién y de qué manera, hoy me veo obligada a engullir mis propios conceptos. Y es que una ya no puede ni despotricar a gusto, jolín. Así no hay quien establezca teorías. Ni el capitalismo nos funciona ya. Qué confusión.
Estaba yo en Barcelona, en la Plaça de les Olles con ganas de picar algo y me encontré en la eterna tesitura de tener que elegir: restaurante tradicional con el típico cartel de casa fundada en tanto de tantos de nosecuantos, con camarero abuelete de sienes despejadas, o sitio modernete en pulcro blanco y negro, musculoca inmigrante con delantal y corte de pelo diseño.

Pues claro, derechita que me fui a la taberna de toda la vida huyendo del síndrome del plato cuadrado. Y a punto estaba de dejarme caer en la primera silla libre que vi cuando oigo (“oh cielos, ¿será a mí?”) que me chistean. Me doy la vuelta deseando con todas mis fuerzas que mi instinto hubiera fallado y que la musculoca resultase ser gayetero pero no cayó esa breva, claro, y hete aquí que era el vejete calvo quien bajo el letrero Restaurant La Catalana II negaba con la cabeza y me miraba con autosuficiencia.

“¿Qué vas a tomar?
” Me espetó con las manos a la espalda todo chulo borde y desabrido. Y yo de puro indignada no reaccioné a tiempo de soltarle “y a usted qué coño le importa”, que es la réplica perfecta en este tipo de situación. Me quedé a medio sentar, rodillas flexionadas y cara de idiota balbuceando “quería picar algo”. “En la terraza no se pica,” resumió sin mirarme, “se come”.

Mientras me cambiaba de sombrilla a la que cobijaba el velador contiguo, propiedad todo ello de Celler de la Ribera, Restaurant – Vinatería, pensaba en la importancia de los matices: matices para distinguir unos conceptos de otros y matices, también, a la hora de comunicarlos. Y oye, la caña, la parrillada de verduras con Romesco y, sobre todo, las palabras de la risueña musculocahola guapa, ¿qué te apetece tomar?” me sentaron estupendamente. Y durante todo el rato que eché allí la silla de La Catalana II que mi culo no llegó a tocar permaneció vacía ante la atenta mirada de señor de la puerta, que seguía reservando su derecho de admsión.


.

The Banjar Space


Precio aproximado: 35€ (Con copa y sin contar a los niños)

Happy Meal


(kubelick dice)
Mi amiga G tiene razón: estamos rodeados. La gente de nuestra generación – los de los 80, los que se acuerdan dónde estaban el día que murió Kurt Cobbain, para los que Cocacola hace refrescos y Cuatro hace televisión – se ha puesto a tener niños como locos. Y no tienen solo uno, tienen dos y tres del tirón. Al contrario de lo que alguno pueda pensar, me encantan los niños. Cualquier comentario por mi parte que haga parecer lo contrario son ramalazos de envidia cochina. Y aplaudo a todos los que son capaces de conciliar coherentemente sus opciones de vida. Porque, digan lo que digan, sin tener alternativa la vida era más fácil y la generación de nuestros padres no sentía esta presión de que el globo terráqueo es tan pequeño que hay que darse al menos una vuelta. El verdadero reto hoy en día consiste en resistir la tentación de dejar a los churumbeles enchufados a Playhouse Disney, echárselos a la espalda y, desafiando las adversidades de la vida moderna, descubrirles el mundo. Aunque sea sin salir de casa. Sí, si, adversidades. Ahí va un ejemplo.

El otro día comí con unos amigos en un restaurante balinés (balinés, natural de Bali, no me lo he inventado yo, lo dice la RAE. Ea con los misterios del Güindous: ¿Por qué Microsoft Word no reconoce la palabra balinés?…) Nos juntamos seis adultos, tres niños y un bebé. No cuento ni como adulto ni como niño al camarero con maneras de maitre que nos atendió. Majísimo es decir poco, educado, atento, paciente, ahora eso sí, parecía que el traje de chaqueta se le hubiera caído de un quinto piso al volver del instituto.

No había ni un solo comensal más en una sala que saturaba en tonos ocre y tienda de decoración de saldo, así q sentamos sin problemas en la mesa contigua a los tres enanos que, bendito entusiasmo, empezaron a practicar percusión con las copas en cuanto agarraron los cubiertos. Los mayores echamos un vistazo a los menús para darnos de bruces con la realidad de una carta en absoluto children friendly. Porque ¿qué pide uno para que coman los niños en un restaurante balinés? Pues ayuda al mini- camarero, que medita dándose importancia antes de decir "les puedo traer unos rollitos y un arroz nasi- goren. ¿Un platito para cada uno?" Y ahí es donde empiezas a echar de más tanta escuela de hostelería y lámpara de Habitat y desearías toparte con un camarero de esos de toda la vida que ni te dejan opinar y te sueltan "para los niños unos huevos con patatas fritas y salchichas", apuntando en su libreta sin mirarte siquiera.

Mientras los adultos compartíamos unos nems de verduras, un par de arroces, otros tantos currys (pollo y cangrejo) y un pescado envuelto en hoja de plátano, los niños se entretenían en ignorar sus exóticos platos combinados. Estaba todo delicioso pero para cuando el bebé M. se despertó pidiendo teta, los mayores habíamos rebañado hasta el fondo y aún teníamos la sensación de estar con los aperitivos. Y hete aquí que el desinterés de los niños por el nasi- goren se tradujo en un triunfo para nosotros porque dimos cumplida cuenta de lo que habían dejado, paliando de alguna manera nuestro atrofiado sentido de la mesura, que pecó -¡maldita educación de colegio de pago!- de discreto.

Para un presupuesto familiar medio del centro de Madrid The Banjar Space es un sitio muy recomendable para ir… a cenar. Si vas al mediodía pide algo de picar en cómún pero, al menos, un plato individual para cada uno.



Y si tienes niños, felicidades. Seguro que a estas alturas ya te has dado cuenta de lo que han cambiado las cosas desde que eras pequeño. Y mira que se hartaron de avisarnos “cuando seas padre comerás huevo"… Los que tus hijos te dejen, claro.



.

Olsen




 


Teléfono: 914293659


La cuenta, por favor


Perfectos

(kubelick dice)


Suecia es el reino de la perfección. Es el paraíso poke yoke donde no hay margen de error, donde todo funciona como tiene que funcionar. En su capital se celebra cada año ese culto último a la excelencia en forma de entrega de premio que son los Nobel. Todo lo que tiene que ver con Suecia es como debe ser, preciso como un Volvo, efectivo como un mueble de IKEA, matemático como una canción de ABBA. Los suecos son sencillamente perfectos. Probablemente por eso se suicidan tanto. Debe ser insoportable.

Los chapuceros e improvisadores reinos del sur nos gastamos con estos rubiales el mismo trato que el listo dispensa al empollón en el colegio: ridiculizamos sus virtudes ocultando una profunda admiración por lo bien que coge los apuntes. Los mismos apuntes que intentaremos copiarle en cuanto se descuide y de los que sacaremos el mayor provecho posible a partir de la ley del mínimo esfuerzo. Es cuestión de echarle morro.

Germán Martitegui es un listo q un día decidió darle un toque de personalidad a la fría, sosa y, definitivamente aburrida forma de comer de los suecos. No en balde, la cocina es parte de la idiosincrasia de los pueblos. Y es que, lo que no se le ocurra a un argentino… Abrió la primera versión de Olsen en Buenos Aires y repitió jugada en Madrid. Le salió estupendamente porque lo que básicamente es salmón, queso azul, arándanos y vodka se transforma en Olsen en una experiencia de lo más chic. Cocina de "plato cuadrado" libre de toda sospecha por lo excelente de su materia prima. Que para algo es un restaurante sueco.



*RUIDO ENTROMETIDO


.

Freiduría San Roque









Cómo llegar
Rota (Cádiz)

Bienmesabe


(kubelick dice)


Antes de que algunos congeladores nos hicieran la vida más fácil, el adobo servía como método de conserva para carnes y pescados. En nuestros días algunos restauradores espabilados utilizan este sabroso condimento para enmascarar materia prima a punto de echarse a perder. O sea que un buen chorro de vinagre le borra la fecha de defunción a cualquier pescado, prolongándole la vida comestible y garantizando un aspecto de apetitosa muerte. El
bienmesabe es una receta andaluza y, como tal, mitad pícara mitad coqueta, esconde la edad de su cazón maquillándole el sabor de manera contundente.



Ahora que tanto nos gusta reivindicar lo auténtico he de reconocer que del bienmesabe a mí, personalmente, me interesa más la superchería. O sea, que paso de la verdad y me quedo con lo falso, con el disfraz, con el cosmético: con el adobo. Y es que, independientemente de su edad, el cazón es un pescado que nunca me ha llamado la atención. Y alguno dirá: pero si está buenísimo. Pues eso pienso yo de Brad Pitt y luego siempre hay quien me corta el suspiro admirativo y me dice que no es para tanto, y que para gusto los colores. Pues ea, ahí va, prefiero mil veces la carne fibrosa de un boquerón a esa blandurria y deleznable del famoso selacio gaditano. Que me van más los fisóstomos que los escuálidos, vaya.


Si hay alguien más como yo por ahí, en la plaza de San Roque de Rota (Cádiz) hay una freiduría donde preparan unos deliciosos boquerones en adobo. El local tiene un ventanuco desde el que uno puede pedir la comanda sin necesidad de impregnarse del olor a fritanga. Y como no hay ordenanzas municipales que lo prohíban, podemos dar cuenta de la ración en plena calle con un tinto de verano. Bien fresquito. Como el pescado, suponemos.






.

Clandestino






Cómo llegar


Precio aproximado: 24€

2.5

(kubelick dice)


Déjenme que les cuente algo que me pasó hace unos días.


Llevaba un tiempo rondándome la cabeza sin cesar "Get Happy" en la versión petarda de Mr. Wainwright.

Así que, como la felicidad es la única pareja esquiva a la que podemos perseguir obsesionados sin hacer el ridículo, le hice caso a la diosa de Rufus, Miss Judy: empaqueté mis problemas, deseché las preocupaciones, dejé atrás el Manzanares, canté ¡Aleluya!, y dirigí mis pasos a la tierra prometida. A donde la marea te limpia los pecados. A Zahara de los Atunes, para ser más concretos, donde todo está tranquilo y en paz.

Brillaba el sol, y en el momento en el que me senté en la terraza de el Clandestino, supe que había llegado al paraíso. Con una cerveza fría y un plato de sardinas estaba ya en la gloria pero, por si eso no fuera suficiente, Dios decidió aparecer. No en persona claro, que rara vez se presenta Él así, sino en forma de pescado. Qué apropiado, pensé, los símbolos originales, el logo de los primeros cristianos, EL PEZ. Por que si no es por intervención de un poder superior y ultraterreno ya me dirán ustedes cómo se explica la existencia de una lubina de 2 kilos 500 gramos. Y, para completar el milagro, 45 minutos de horno en compañía de patatas, cebolla, tomate, aceite de oliva y sal. Mastodóntica en tamaño y en sabor, lubinafante, en ti creemos.

Cosas maravillosas como estas suceden en el Clandestino a diario…

(tb continued)


.

RUIDO ENTROMETIDO

Ruido, a qué has venido…

(kubelick dice)
La frase de ahí arriba pertenece a una canción de Sabina. En ella el vocablo
“RUIDO” recibe un montón de calificativos en forma de adjetivo o no. El ruido como el exceso de sal o una copa derramada puede fastidiar una cena. Y los restaurantes, masculino plural, no entienden que no basta con la cantidad… ni siquiera con la calidad: hay que currárselo. La extensa carta de tipos de ruido desgranada por el que es sillón ALFA+OMEGA de la RAE para los creyentes y San Joaquín para los paganos nos servirá para etiquetar a partir de ahora el envoltorio acústico de los locales. No siempre claro. Tan solo cuando este se presente y se siente a la mesa sin estar invitado; tan solo cuando se trate de RUIDO ENTROMETIDO.

*RUIDO, VIEJAS FOTOS: OLSEN
La zona de no fumadores de OLSEN es una sala abovedada situada en la planta sótano con un problema de acústica grave. Si bien esta iluminada con gusto y ventilada adecuadamente, el sonido se acopla de tal manera que no eres capaz de distinguir entre tu conversación y la de los comensales vecinos. Nosotros compartimos sala con una pandilla de ocho en despedida de soltero. Ni que decir tiene que su rosario de anécdotas del cole era estentóreo comparado con nuestra discreta oración de "sábado por la noche con los de siempre".

(tb continued)
.

Ficciones




 


Cómo llegar
Teléfono: 913666178



Precio aproximado: 18€

Las peores cañas de Madrid


(kubelick dice)
Mientras ayer la plaza de Sogecable se llenaba de sudorosos futboleros de todos los colores bajo la orgullosa bandera del simpático popular Trillo, yo me fui de cañas a la Latina. Qué buen día para darse un empacho de patrioterismo del güeno güeno, con bandera, cerveza fría, raciones variadas y goooooooool de España.

Era un día fuera de lo normal en el que uno podía estar tranquilamente cara al sol porque la camisa era vieja y de rojo selección. Caló hacía una jartá pero encontramos un rinconcito donde soplaba una pizca de brisa. La idea era hacer tiempo hasta la hora del partido…

El que avisa no es traidor, aquí tienen la foto.

Hasta que se demuestre lo contrario el restaurante FICCIONES sirve las peores cañas de Madrid. Sito en el nº 20 de la Costanilla de San Andrés, esa callecita que va desde la plaza de los Carros a la plaza de la paja, en el glorioso 29 de Junio, el día de la gesta, sirvió cerveza caliente, croquetas rancias, pimientos del padrón crudos y chipirones en su tinta (de lata) con arroz (basmati y duro).

Hombre, por favor, que estamos en España. Un poco de respeto.


.

Musashi




Cómo llegar
Teléfono: 915592939


La cuenta, por favor

Desacelerados

(kubelick dice)
Este verano no ha empezado bien. Este verano no augura nada bueno. Se ha hecho esperar pero el calor ha llegado a Madrid en forma de bola de fuego. Y como los investigadores frikis de la peli de Howard Hawks estamos todos enclaustrados, mirando a través de la ventana, entre pasmados e incrédulos. No es la primera vez que ocurre, desde luego. No es nuevo esto de andar al ralentí por el calor. Ni lo de montar el Hawai- Bombay a lo Mecano para esperar a que se haga de noche y encaminar los pasos hacia tu terraza favorita. Pero este año la mitad de la gente con la que me gusta salir a cenar tiene una hipoteca, un recibo de la luz o un pollo que comprar al desorbitado precio de seis euros la unidad. Los más suertudos romperemos el cerdito y juntaremos cuatro duros para poner el culo en remojo en la playa un fin de semana largo.
Mientras tanto, aquí me quedo, melancólica total a punto de arrancar Julio, echando de menos no solo a los individuos sino también los lugares. Porque, Felicis, ayer me acerqué a tomar algo a nuestra terraza favorita, el Japo- talego de la calle Conchas, y no estaba allí.
Según me dijo el (japo) encargado, “faltan personas”.



.

¡También ella!


(Felicis dice)

¡También ella! Esa chica que cada domingo anhelo; a la que leo también de miércoles en miércoles; la que me hace reír y, últimamente también, llorar; a la que una sola vez vi en persona y lo único que fui capaz de decir es que apestaba a jazmines. Ella (sí sí, ella) también reniega de la secta del plato cuadrado!!

Ahí, la tenéis: Elvira Lindo, tan mundana y tan excepcional como siempre.

GIFT (de ROOM- MATE) / Negro de Anglona





Gift (De ROOM- MATE).................................Negro de Anglona.
Cómo llegar......................................Cómo llegar
Teléfono: 917011069........................ .Teléfono: 913663753

Dos restaurantes y muchos platos cuadrados

(Felicis dice)

Y ahora os cuento de los dos restaurantes a los que he ido este fin de semana, que me han vaciado el bolsillo y me han dejado el sistema digestivo a explotar de gases.


1) GIFT (de ROOM- MATE)

Lo primero que piensas del Gift nada más entrar, sobre todo siendo un gañán como yo soy, es lo pretencioso de la decoración del local, con ese rollo setentero un poco trasnochado. Pero al final es todo tan consecuente en esas formas y colores que rozan lo ridículo, que resulta incluso acogedor. Pero la verdadera sorpresa fue que tanto el maitre como los camareros tenían un trato afable, nada altanero, como es ya de esperar en cualquier antro de moda en Madrid, que te traten como si te perdonaran la vida por dejarte comer en SU superlocal. No fue así, y la cosa terminó saliendo a 35 euros por cabeza, pero hubo dos botellas de vino incluidas y comimos bastante bien. O sea, que hasta en los restaurantes más adscritos a la religión del plato cuadrado (porque no lo dudéis, los platos eran cuadrados, y para más inri, sin bordes) se puede uno sentir bien tratado. Por eso os lo recomiendo. Si algún día os sentís tan espléndidos e inconscientes que no os importa dejaros más de 30 euracos en algún restaurante de Madrid (lo que se está conviertiendo cada vez más en un deporte de riesgo), el Gift es una opción bastante segura. Y del menú no os hablo, porque ya sabéis que de lo culinario yo no tengo ni idea (Kubelick, tronca, anímate y regálate algún post, aunque sea sobre la chacina ibérica, que de eso sé que vas bien servida últimamente). Sólo deciros que no me quedé con hambre, cosa que no puedo decir del siguiente restaurante...

2) El negro de Anglona.

Gastarte 40 euracos en un restaurante para nada más salir zamparte muerto de hambre el pastel de calabaza que una amiga tenía en el coche, resulta cuando menos irónico. Y si vuelves a pensar en los 40 euracos, resulta patético. Esto es lo que ocurrió nada más salir del Negro de Anglona, que tenía el mismo espírutu ostentoso del GIFT sin rastro del rollito irreverente y descuidado (más chuequil, quizás) que tan bien le vendría. Porque la diferencia de precio por cabeza no fue tanta (apenas 5 euros más), pero bien es verdad que comimos bastante (mucho) menos, y que aunque en ambos restaurantes los platos eran minimalistas, aquí lo eran muchísimo más (las guarniciones, por ejemplo, eran casi inexistentes). Lo que más me gustó de la carta fue el salmorejo desconstruído con helado de aceite de albahaca, que me recordó a la sopa de tomate fría con helado de aceite de oliva que una vez probé en la que fue prácticamente mi primera incursión en el mundo de los restaurantes de copete, el Kikuyu . Pero cuando el platito llega a la mesa te entran ganas de llorar. Para emepezar, no es un plato, sino una minúscula copa de cóctel que se te termina en tres cucharadas (de postre). Y así con todo lo demás. Con cada plato que llega, más hambre que sientes. Y cuando por fin llega la delirante cuenta, y encima te intentan colar en ella un plato que nunca llegó a la mesa, lo flipas. Porque que hasta en estos sitios de tan alto nivel te vangan con gitanadas de ese calibre hace cuanto menos gracia. Que se confundan en el McDonalds tiene un pase, pero en este tipo de restaurantes, no.

El pastel de calabaza, por cierto, que nos zampamos luego, estaba exquisito. Y eso salió gratis.


.

El fin de una era

(Felicis dice)

Tengo una amiga que vive en París desde hace ya muchos años, y con la que cada vez que viene a Madrid hacemos un recorrido por los restaurantes de moda de la capital (la mayoría de ellos, por supuesto, en Chueca, que aunque se está poniendo de un intenso bastante insoportable, todavía tiene ese aire irreverente que esperemos no termine agonizando). Esta amiga, además, es de Logroño, y su familia está en el negocio vitivinícola, con lo cual elegir un tinto o un blanco con ella se convierte en todo un ritual, al menos para simples allegados como yo. Y cuando a la hora de la copa, va y se pide una copa de champán, te termina desarmando (¡yo que me creía con clase por pedir gintonics!).
Pero a lo que iba. El otro día la conversación derivó en el artículo sobre la era del plato cuadrado del que ya hablé en este mismo blog. Y sobre cómo Madrid se está volviendo tan trendy como Barcelona (para lo bueno y para lo malo, por el encorsetamiento en las maneras). Ya sabéis: todo ese fenómeno que está convirtiendo a los restaurantes en pseudomuseos de arte contemporáneo con platos desectructurados a base de ensaladas templadas con queso de cabra y cebolla caramelizada, steaks tastars y salmorejos deconstruidos con helado de aceite de oliva. Mi amiga, la parisina, puso los puntos sobre las íes. Eso será en Madrid o en Barcelona, dijo, porque ahora en París la tendencia es la opuesta, y todos los restaurantes huyen del plato cuadrado y vuelven a las clásicas redondeces.
¿Quiere esto decir que en Madrid la era del plato cuadrado tiene también fecha de caducidad? De ser así, aún quedaría bastante, porque no ha hecho más que empezar, pero, ¿hay esperanza?, ¿tiene el plato cuadrado sus días contados?. Esperemos que sí, que por estos lares nos demos cuenta pronto de los desatinos de esta era que comienza, porque la tendencia española suele ser la de quedarse atascados en supuestas modernidades que nunca lo han sido, por lo que creo que nos queda plato cuadrado y ensalada de espinacas para rato.



.

Zoe Café






Cómo llegar
Teléfono: 914295462


No pasa nada

(Felicis dice)

¿Es posible celebrar una típica comida familiar en un restaurante alternativo de Madrid? ¿Es un local con suelos de cristal lleno de intensos con gafas de pasta el mejor sitio para festejar el nacimiento de un niño? ¿Son compatibles una abuela que no puede comer sal y un wok de arroz integral y verduras? Preguntas como éstas se las hace todo habitante de Madrid cuya vida urbana se debate entre los orígenes (las provincias de las que huimos en su día pero que tan a hierro nos han marcado) y el presente (la gran ciudad, la urbe llena de posibilidades y de opciones y que, en el fondo, después de unos años, te das cuenta de que sólo es el refugio multicolor de tantos provincianos que huyeron como tú: ¿de quiénes está llena la Gran Vía si no?).

Pues bien, todas estas preguntas tuvieron respuesta el pasado sábado en el Zoe Café. Aunque atención, no sólo voy a hablar de bondades; no fue oro, ni mucho menos, todo lo que relució.

Con tres días escasos de vida, Elías había reunido hasta a nueve miembros de la familia y a un auténtico voyeur (servidor) que como amigo de la madre tuvo (tuve) el privilegio de asistir a esta comida tan cinematográfica (siempre fui fan de pelis familiares como A casa por vacaciones, pero la vida real siempre es más divertida). Imaginaos a diez personas (la abuela, los padres, el hermano, los titos, los primos y el mirón encaramao) un sábado a las dos y media, por el barrio de las Letras, en busca de restaurante sin haber hecho reserva ni nada. Un suicidio colectivo, diréis. Pues casi: la crisis se cernía ya sobre nuestras cabezas y el Zoe Café (ZKF para los amigos, según reza su web, siguiendo la línea que en su día inauguraran los insignes Mango MNG, Springfield SPF o Bershka BSK, como si a estas alturas aún fuera cool esto de las consonantes), el Zoe Café, como decía, fue nuestra salvación. Las aperturas de las aguas del Mar Muerto no fueron nada comparadas con el milagro de encontrar sitio para diez (con hueco para el carrito del niño) un sábado a mediodía en Madrid.

Además, el reservado que nos dieron estaba bastante bien, eso no se puede negar. La carta, variada y moderna, y con un menú del día por 9 euros y pico que, para ser sábado, es algo insólito. Elías, que es un solete, después de haber pasado una noche toledana, dormía plácidamente rodeado de líneas minimalistas y suelos de cristal con doble fondo (lo del cristal lo he señalado ya, pero es que fue lo que más dio que hablar: unos no dejaban de sorprenderse, mirando hacia abajo; otros levantábamos la ceja y nos las dábamos de modernos: esto está ya muy visto en Madrid, comentábamos).

Casi todos pedimos menú. Casi todos, además, pedimos de primero un plato que se convertiría en el leitmotiv de la comida: tallarines con trigueros y queso feta. Un primero que tardaron bastante en servir, tónica habitual en los restaurantes de Madrid, por otro lado, y normal si tenemos en cuenta que sólo dos camareras atendían a unas quince o veinte mesas. Que además no debían estar muy bien organizadas, pues de haberlo estado nos habría servido sólo una, y no las dos a la vez. Tanto tardó el primero que aunque al principio nos comportáramos, terminamos por zamparnos la cesta del pan antes de que trajeran la comida. Aunque lo de lanzarse al pan sin contemplaciones es, por otro lado, también muy habitual cuando los comensales son españoles.

Y llegó el momento del primer plato. ¿Os acordáis del nombre? No, no subáis al párrafo anterior, que yo os refresco la memoria: tallarines con trigueros y feta. Pues bien, los platos no tenían ni tallarines, ni trigueros, ni feta. Miento: de seis primeros que se pidieron en total, alguno llevaba un poco de feta, por ahí, escondido. Y diréis que qué nos comimos entonces (porque no dudéis de que nos lo comimos). Pues algo así como un huevo escalfado con lechuga, tomate y pajitas de pan. Lo mejor de todo es que como buenos comensales españoles (eso ya lo he dicho, ¿no?) nos lanzamos al ataque sin comprobar lo que había o no en el plato. Y yo mismo, hasta hace unos meses, hubiera hecho lo mismo. Pero es que ahora tengo un blog. Un blog sobre restaurantes, ni más ni menos. Este blog. Y claro, es entrar en un local de moda, con suelos de cristal, lleno de intensos, y frotarme las manos esperando a ver cómo la pifian para poder escribir un post como este.

No pude esperarme al post y llamé a la camarera. ¿Dónde están los tallarines?, le dije. Y va la tía, es que los tallarines no son de pasta, son de trigueros, y me señala las tiras de pan que acompañan la ensalada. Al principio me lo tragué, ya sabéis que lo mío no es instinto culinario, pero pensé, estos supuestos tallarines acompañan si acaso mi ensalada, porque la de mi compañero de mesa, no. Exigimos cambio y al rato le traen una nueva ensalada, ahora con unas tiras verdes. Esos son los trigueros, nos dicen. Ah, entonces mis trigueros qué son, le pregunto yo a la chica, ya un pelín saturada (por no decir quemada).

Podría contar mucho más, pero para abreviar, la cosa terminó con la camarera pidiendo perdón y yo de gañán con la media sonrisa: vas y le dices al cocinero que se replantee lo de este plato (que lo saque de la carta, vamos) y que a ver qué compensación nos prepara.

Compensación hubo, pero escasa: un discreto pastelito que acompañó a nuestros postres, una mousse de chocolate blanco que debo decir estaba bastante buena. Y ya está. El cocinero no se dignó salir, pero para ser justos, nadie en la mesa lo exigió. Ni siquiera yo, que monté con Kubelick este blog reivindicativo. Porque en el fondo somos españoles, y nos da igual. No pasa nada, es la frase de moda en la enseñanza de español para extranjeros. La frase que mejor ilustra la forma de ser de los espanis. Que no hay trigueros, no pasa nada. Que no hay tallarines, no pasa nada. Que no hay feta, no pasa nada. Que lo que pone en la carta no tiene nada que ver con lo que nos traen, tampoco pasa nada. Porque esto es España y nos lo vamos a zampar igualmente.

Y volveremos. Vaya si volveremos. Primero, porque no pasa nada, y segundo, porque estando como está el nivel en Madrid, el Zoe Café tampoco está tan mal.




.