Cómo llegar
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Me lo había advertido mi hermana Consuelo “tienes que ir a El Sigar porque te va a encantar”. No me apetecía, la verdad. Según me contaba, “es el típico donde van los jóvenes ejecutivos de Badajoz si tiene una comida de trabajo; muy mono, sofisticado, con una carta ni cara ni barata” y donde abundan clásicos del plato cuadrado como las mini croquetas, el queso frito y las virutas de foie. Justo lo último que me apetece cuando tiro para la tierra: dame una buena porción de ibérico en cualquiera de sus variantes y quítame crepes, soufflés y demás chorraditas. Un poco a regañadientes, dejé que me arrastraran Consuelo y su amiga Cristina. Y oh sorpresa, tenían razón, me he hecho
fan absoluta del sitio. Efectivamente El Sigar tiene local y carta de sobra para montar una comidas de esas de quedar bien pero es que, además, cuenta con un surtido de tapas (que son raciones) a precio más que razonable (entre tres y cinco euros cada una).
Fuimos a picar algo un martes por la noche y me ganaron desde el aperitivo. Qué gran idea esa de obsequiar a los recién llegados con una mini ensalada.
Tomamos, por cortesía de la casa, la misma cantidad que si hubiéramos pedido una para compartir. Cada vez soy menos partidaria hojaldres y rebozados, engordan y no deja sitio para el resto, pero voy a hacer una excepción cada vez que vaya con esos rollitos de espinacas que van cubiertos con una finísima capa de hojaldre.
Después del postre nos apetecía tomar una copa. Era ya tarde, el restaurante estaba completamente vacío y lo sugerimos casi con la certeza de que nos iban a poner la cuenta entre los dientes. ¿Qué camarero quiere quedarse una hora más currando para que cuatro clientes que han hecho un gasto mínimo despotriquen mientras agitan el hielo de sus
amarguiñas? Pues a la chica que nos atendió deberían darle un premio de interpretación porque cualquiera hubiera dicho que eran las ocho de la tarde. Entre bromas nos trajo los licores en unas bonitas copas altas y las sirvió sin prisas, sonriendo, avivando el buen rollo que se había creado durante toda la cena. “Ahora entiendo por qué venís día sí, día también”, le dije a mi hermana, sin saber aún que su fidelidad al garito iba a tener el reconocimiento definitivo que te brindan esos restaurantes que saben hacer parroquia: invitarte al copazo.
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En el "súper cuco" baño de El Sigar, como en el
de tu madre, se puede comer en el suelo. |