Cómo llegar
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La cuenta, por favor
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El impresionante patio alrededor del cual está construido el bloque de apartamentos del Apthorp es una de las localizaciones reales de la película de Nichols. |
La Caridad era uno de los restaurantes preferidos de Nora
Ephron. La autora de
Cuando Harry encontró a Sally destacaba este local como
uno de los mayores atractivos del Upper West Side, barrio al que se mudó tras
su traumático divorcio de Carl Bernstein. Como catarsis de su vida en común con
el codestapador del Watergate, del deslumbramiento a los cuernos, escribió un
libro que tituló gástricamente
Heartburn (ardor de estómago) y también su
adaptación cinematográfica, dirigida por Mike Nichols, protagonizada por Meryl
Streep y Jack Nicholson, y rebautizada en España con otra metáfora de
sobremesa,
Se acabó el pastel.
En un artículo para el New Yorker, Ephron recordaba
aquellos días cuando huyó de Washington y se refugió en el majestuoso edificio
Apthorp, en un sexto piso con ocho habitaciones y un precio de alquiler
ridículo, que inmediatamente se convirtió en su sanctasanctórum. Diez números más abajo en la misma acera de Broadway,
está
La Caridad.
También los fundadores de La Caridad salieron por patas de
algo que, al principio parecía una buena idea, y luego resultó que no. De la
China de Mao se fueron a Cuba (ya es tener puntería), de donde emigrarían de
nuevo, diez años después, al estallar la Revolución Castrista para recalar en
Manhattan a principio de los sesenta. El restaurante es un espacio luminoso y
nada sofisticado, un comedor sencillo con carteles donde puedes leer los
nombres y precios de la amplia oferta de platos cantoneses y criollos. Las
especialidades son precisamente eso, platos típicos de uno y otro lado, así que
no estamos hablando de un restaurante fusión. Claro que siempre hay una lista,
como yo, a quien se le ocurre que por qué no, seguro que mezclar las dos cosas
es una buena idea. Pues no. Pedí un plato de gambas guisadas acompañado de
arroz y unos plátanos fritos. El camarero torció el morro, pero a mí me dio lo
mismo. Este fue el resultado:
Lo bueno de meter la pata en un restaurante como La Caridad
es que el error no te cuesta demasiado caro (de hecho, es baratísimo). Si os
pasáis por allí, no os tiréis el rollo y optad por chino o cubano, o por chino
y cubano, pero no en el mismo plato. La tradicional ropa vieja con frijoles y plátano
frito está muy buena y, cuidado, las raciones son enormes.