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La cuenta, por favor
Jeffrey Anderson era un personaje de Escándalo en el plató (Soapdish), una película que Aaron Spelling produjo a principios de los noventa. Anderson, interpretado por Kevin Kline, era un actor caído en desgracia que había sido años atrás el protagonista de un popularísimo culebrón televisivo, y a quien las veleidades de la industria habían desterrado a funciones de medio pelo para pensionistas.
Una descacharrante escena de la película muestra la representación de Muerte de un viajante en un local donde también sirven cenas. En el colmo de la humillación, Anderson tiene que saltar del escenario y continuar el parlamento de Willy Loman mientras recoge el café que una ancianita ha derramado sobre la mesa.
Esta es la secuencia:
Había estado en conciertos donde sirven picoteo pero nunca en uno de estos eventos donde la comida y el espectáculo tienen la misma categoría (el luminoso del local de Florida que sale en la peli, el Opa Locka, donde PLAY y STEAK se dan el relevo es un buen ejemplo). Hasta que ayer fui a ver al Teatro Galileo Las siete vidas del gato de Jardiel Poncela. Todo lo que en la película es divertido resulta patético en la realidad: la gente atragantándose, comentando en voz alta, sorbiendo los refrescos, tecleando por el móvil, haciendo todo lo se puede hacer viendo la tele y que sin embargo es intolerable cuando tienes a los actores delante. No me entendáis mal, a mí me gusta mucho más la tele que el teatro, es sólo una cuestión de formas; esta gente está currando, ¿cómo voy yo a estar mientras royendo el piquito del pan?
De cualquier manera, si a alguien se le ocurre ir, que sepa que la comida que dan (patatas bravas, nuggets de pollo, esas cosas) es asquerosa y carísima, y las bebidas, cerveza, refrescos, tintos de verano y mojitos, aguadas e insustanciales.
Lo mejor de la velada, Ana Ruiz, guapísima actriz con madera de cómica clásica. |