Teatro Galileo






Cómo llegar

Teléfono: 914481646


La cuenta, por favor



Jeffrey Anderson era un personaje de Escándalo en el plató (Soapdish), una película que Aaron Spelling produjo a principios de los noventa. Anderson, interpretado por Kevin Kline, era un actor caído en desgracia que había sido años atrás el protagonista de un popularísimo culebrón televisivo, y a quien las veleidades de la industria habían desterrado a funciones de medio pelo para pensionistas.


Una descacharrante escena de la película muestra la representación de Muerte de un viajante en un local donde también sirven cenas. En el colmo de la humillación, Anderson tiene que saltar del escenario y continuar el parlamento de Willy Loman mientras recoge el café que una ancianita ha derramado sobre la mesa.

Esta es la secuencia:




Había estado en conciertos donde sirven picoteo pero nunca en uno de estos eventos donde la comida y el espectáculo tienen la misma categoría (el luminoso del local de Florida que sale en la peli, el Opa Locka, donde PLAY y STEAK se dan el relevo es un buen ejemplo). Hasta que ayer fui a ver al Teatro Galileo Las siete vidas del gato de Jardiel Poncela. Todo lo que en la película es divertido resulta patético en la realidad: la gente atragantándose, comentando en voz alta, sorbiendo los refrescos, tecleando por el móvil, haciendo todo lo se puede hacer viendo la tele y que sin embargo es intolerable cuando tienes a los actores delante. No me entendáis mal, a mí me gusta mucho más la tele que el teatro, es sólo una cuestión de formas; esta gente está currando, ¿cómo voy yo a estar mientras royendo el piquito del pan?


De cualquier manera, si a alguien se le ocurre ir, que sepa que la comida que dan (patatas bravas, nuggets de pollo, esas cosas) es asquerosa y carísima, y las bebidas, cerveza, refrescos, tintos de verano y mojitos, aguadas e insustanciales. 

Lo mejor de la velada, Ana Ruiz, guapísima
actriz con madera de cómica clásica. 

LEX




Teléfono: 677782046


LEX es un restaurante moderno y cuidado, ubicado en esa comunidad pacense “work in progress”, ese Valdepasillas del nuevo milenio que es Ronda Norte. Los camareros son jóvenes, eficientes, majísimos. El revuelto de bacalao ahumado, las croquetas caseras y la ensalada de perdiz (que deberían deshuesar, es muy incómodo tener que ir sacándose trocitos de entre los dientes con cada bocado), además de una calidad incuestionable tienen otra cosa en común: son raciones pantagruélicas. Los tres adultos y la niña que echamos el rato terminamos bien cebados y, en comparación, la cuenta resultó ridícula. En una segunda visita disfrutamos de unas almejas espectaculares en sabor y, de nuevo, en cantidad, que se salían un poco de precio medio (18 euros), pero que estaban tan deliciosas que se hicieron merecedoras de cada céntimo. En la terraza tienen que aprender, no obstante, a dosificar los nebulizadores, los aspersores de agua vaporizada que no faltan en ningún bar desde que hay que fumar en la calle. Digan lo que digan, la neblina se condensa y terminan dejándote empapada.



¿Cuánto cuesta?


Está feo preguntar el precio en los restaurantes. Incluso con la crisis, aun con las habichuelas contadas, en según qué situaciones sigue sin ser una costumbre aceptada averiguar de antemano lo que nos van a cobrar por la retahíla fuera de carta o los “especiales del día” pintados en la pizarra que no vienen registrados en el menú junto a la correspondiente cantidad de euros. Hace unos días me gané el desprecio de un mesonero cuando le sugerí que me chivara por cuánto nos iba a salir la carne que nos estaba ofreciendo. Aunque joven, el tipo es de esos de Madrid de toda la vida y mi grupo de amigas son clientes habituales de su local. “Es algo que tengo solo una vez al mes, algo especial”, decía, con el aspaviento castizo por excelencia: pecho hinchado, cabeza adelantada, palmas hacia adelante y expresión de “tu verás lo que haces”, para incidir en el agasajo que suponía sustituir el solomillo que habíamos pedido por una ternera que, según nos contaba, le traían de la Sierra. En un arranque de cautela, levanté las cejas y le pregunté “¿y de esto cómo se queda?, acompañando la interrogación con el gesto inequívoco de frotar índice y pulgar. Me miró como si le hubiera mentado a la madre, “yo a la gente que conozco la trato bien”, espetó. Yo solo quería calcular si el incremento en calidad iba a ser directamente proporcional a la subida de la cuenta, lo que no es nada malo, entra dentro de una estrategia comercial lógica: pides algo bueno, yo te ofrezco algo mejor y, si te cuadran las condiciones, Santas Pascuas. Pero él interpretó el movimiento ilustrativo de mis dedos como una acusación implícita. Nada más lejos de mi intención. 


The Irish Rover





Cómo llegar
Teléfono: 915974811



Hoy tienen salmorejo en el Irish Rover, el pub irlandés de la Avenida del Brasil que sirve menú del día a los esforzados currinchis y ejecutivos de la zona, y a algún que otro huevón. Con un fuerte toque de cominos es de los mejores que he tomado en Madrid y la ración individual para llevar es tan generosa que da para que se sacien dos personas. El resto de la oferta, tres primeros y tres segundos, suele ser lo suficientemente variada como para encontrar algo apropiado para cada estómago; si no, siempre están dispuestos a pasarte un filete o una pechuga de pollo a la plancha, con patatas o ensalada. Antes de las 13.30 cuesta 9.50 €; después, el precio sube hasta los 10€. Si prefieres llevártelo sólo te costará 8.50 (sin bebida pero con postre).