Zithum





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Antes de convertirse en El Arrabal, el bar de ambiente pionero de Badajoz, el número 12 de la calle San Blas albergó la mítica Peña flamenca. Cuando yo me moceaba por el casco antiguo, los jovenzuelos teníamos más querencia al malditismo grunge que a los dramas copleros, y sin embargo, raro era el sábado que no pasábamos por aquel local tan casposillo. El motivo eran los bocadillos de panceta a veinte duros que devorábamos en el patio trasero, sentados en barriles de cerveza y criticando con desdén lo vetusto de la decoración, lo rancio de sus mesoneros, lo cutre que nos parecía todo. Zithum, emplazado a pocas calles de allí, no tiene nada que ver con la extinta Peña flamenca. Es un bar de tapas muy mono regentado por chavales majísimos que ofrece una amplia variedad de picapicas, entre los que destaca el Rusito, un bollo de chapata relleno de carne picada con lechuga, y untado en mostaza dulce y mahonesa de leche. Para mí, los bocatas de panceta son y serán el mejor quitahambre de la Historia: no los bocatas de panceta sino aquellos bocatas de la Peña flamenca, empapados de sabroso aceitazo y de buen rollo, de conversaciones intensitas y criterios equivocados en cuanto a los estampados de las camisas y la depilación de las cejas. Pero como no puedo mandaros de vuelta a 1993, os recomiendo Zithum y el Rusito, que pertenece a la misma familia de merendillas poco pretenciosas, destinadas a satisfacer el hambre de forma cómoda e inmediata. Y, además, está fenomenal de precio. 



Frizzante (Hackney City Farm)





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Este año nos vamos a hartar de especiales sobre Londres. Guías gastronómicas, nuevos lugares de copeteo y de recreo variado forrarán los suplementos dominicales, las webs y las hojas satinadas de las revistas que aún sigan llegando al kiosco. Yo quiero aportar mi parcelita, así que ahí va la reseña de un lugar muy peculiar que descubrí una lluviosa mañana de primavera.
Andaba de mercadillo por Brick Lane con @begonaperezUK, cuando decidimos encaminar nuestros pasos hacia su barrio, Hackney, antigua zona pobre del noroeste de la ciudad pegada al East End y, como él, también recuperada a golpe de cultura bohochachi. Hete aquí que, a medio camino, nos topamos con una granja. Así es, como una puerta ultra dimensional que comunicara directamente la capital del Támesis con Portlandia, allí estaba, el paraíso dominical de cualquier progenitor urbanita con cargo de conciencia. Un espacio donde disfrutar de un excelente brunch cocinado con productos frescos y tener a los enanos entretenidos al mismo tiempo. Por una mañana, aquellos desaprensivos que hayan decidido criar a sus hijos en el centro de una ciudad o que prefieran llevarles de vacaciones a tragar monóxido de carbono en una capital civilizada en vez de explorar una montaña salvaje, paliarán su sentimiento de culpa viendo cómo sus nenes reconocen al burrito, a la gallina, al cerdo, y cómo les modelan con cerámica una taza de recuerdo. 

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