Helios





Cómo llegar
Teléfono: 965785318

La cuenta, por favor

Como ese tío que vuelve a casa sin comerse un rosco después de haber estado toda la noche invitando a copas a una hortera resultona. Así me siento yo cada vez que vuelvo del Helios, cabreada, frustrada, descapitalizada y sin la excusa de haberme llevado algo de calidad a la boca. Lo peor es que no escarmiento y vuelvo a caer engatusada por esa mezcla de casita de madera blanca con emplazamiento de morada regia, con ese encanto chic equivalente a saber combinar unos vaqueros con un Cartier. Esa fachada atractiva y desenfadada oculta sin embargo una esencia vulgar y mezquina. No hay camareros más desganados ni raciones más rácanas. Los arroces no los hace mal del todo pero, solo faltaba, estamos en Alicante. El resto de la carta es mediocre, y el embrujo de la estupenda vista a la playa de Les Rotes se va desvaneciendo a medida que tienes la sensación de que debes dejar el sitio libre rapidito para que lo ocupe el siguiente primo que vendrá a dejarse los cuartos.


Otras entradas sobre Helios


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Janatomo





Cómo llegar

Teléfono: 915215566


Al principio, el Janatomo fue un restaurante chino regentado por japoneses; como Manchuria en los años 30 pero de buen rollo. Lo único que quería el matrimonio Ikenaga, los dueños, era que los madrileños setenteros acudieran a su local, y estos preferían el arroz tres delicias al sushi. En la web comerjapones.com describen cómo este garito, en la linde de Chueca con Gran Vía, evolucionó con los tiempos y recuperó su raíz nipona cuando comer pescado crudo se convirtió en algo imprescindible para todos nosotros, modernos de pueblo. Crearon así un sitio de comida asiática- fusión con lo mejor de cada casa. Los más puristas le acusan de no ser un “japonés auténtico”, toma ya, sin complejos racistas. Que digo yo, sabrán ellos mejor que los Ikenaga cómo se cuecen los tallarines en Osaka.

No tengo ni idea de dónde vienen, pero los rollos de viera son maravillosos y crean adicción. Además, el surtido de sashimi es completísimo y de muy buena calidad. El servicio es muy agradable, el local es sencillo y elegante y, sobre todas las cosas, tiene un precio estupendo para ser japonés.


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La Corchuela



 
Cómo llegar

Teléfono: 924220081

Dame aire con tu abanico

Cuando yo era adolescente y no había internet ni televisión de pago, los veranos en Badajoz duraban una eternidad. Si te tocaba un agosto sin ir a la playa sabías que los pocos que nos quedábamos estábamos condenados a vernos continuamente, porque a nadie se le había perdido nada en aquel paraje que se freía lentamente a 40 grados de temperatura media. Recuerdo un año en que la troupe de Belle Epoque hizo un descanso del rodaje que les tenía  acampados en Portugal y vino a tomarse unas cañas al núcleo urbano patrio más cercano que encontraron. “Qué petarda, Penélope Cruz” comentábamos las aburridas provincianas, verdes de envidia, mirando desde la otra esquina de la barra a la estrellita en ciernes. Aquel eventazo nos entretuvo durante meses pero fue un caso aislado. Nunca aparecía un turista despistado ni un artista exótico que buscara un destino poco convencional. Teníamos, eso sí, hordas de chavales de Elvas (Portugal) con trazas de solteros de posguerra y arrestos propios de un quinto de permiso. Una pesadilla hecha realidad: que te arrinconaran en la discoteca de verano Costa Oeste, envalentonados por el cubata de garrafón, mientras tus amigas seguían en la pista, ignorándote, moviendo las caderas “como un burro amarrado a la puerta del baile”.
 
Han pasado unos añitos y ahora resulta que todo el mundo pasa por Badajoz en verano. De camino al Algarve, a Lisboa, a Cádiz, cantidad de gente que conozco me ha comentado "he estado en tu tierra", justo antes de exclamar "¡qué calor!", con los ojos muy abiertos. Aunque supongo que a las púberes pacenses que se han quedado sin vacaciones ya les da igual si la gente viene o va. Ahora es el Cuore quien pone a parir a Penélope Cruz mientras ellas cuelgan fotos de Cristiano Ronaldo en el Tuenti para que las vean los quinientos contactos que solicitan ser sus amigos desde todos los rincones del planeta. Qué suerturdas.
 

Para los visitantes, dos cositas. Una, no, no os preocupéis, el termómetro del coche no se ha estropeado: ESA es la temperatura que hace ahí fuera. Y dos, no dejéis de tomar un buen plato de jamón en La Corchuela. Sita en pleno casco antiguo, ofrece opíparas raciones de especialidades de la tierra a un precio estupendo. 




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Kubata





Praia dos pescadores
Armaçao de Pera
Portugal.




La cuenta, por favor


Típico chiringuito molón de
Armaçao de Pera, la antítesis del Kubata
Los que me advirtieron de que el Kubata era un sitio cutre se quedaron cortos. Chiringuito destartalado, cuatro palos cubiertos de loneta, suelo parcheado con sintasol modelo madera clara y un acceso directo a la cocina que ignora cualquier norma de seguridad vigente, su falta de glamour destaca en una zona del Algarve donde todos los locales han sufrido ya su particular “extreme makeover” y lucen estupendos encaramados a esas patas que los aleja del suelo y les confieren un aire a medio camino entre un hórreo y el puesto de Mitch Buchannan en “Los vigilantes de la playa”. En el Kubata, sin embargo, aún puedes comer con los pies metidos en la arena. Esta es solo una de las ventajas que ofrece frente a sus competidores directos, siendo la más destacada servir la mejor 
manduca de Armaçao de Pera: "peixe grelhado à descrição".

En un nada pulcro mostrador te enseñan lo que se ha pescado esa mañana (o lo que resta después de que haya comido todo el mundo; los españoles solemos llegar al amén). Tú eliges lo que más te guste y de ahí lo lanzan con un puñado de sal a la parrilla. Desde las económicas e imprescindibles sardinas, pasando por los sabrosísimos jureles (“carapaus” en portugués) hasta los exquisitos (y carísimos) sargos y salmonetes (¿40 euros el kilo?), la oferta es variada e insuperable. La ensalada de lechuga, tomate, cebolla dulce y pimiento verde asado, y el acompañamiento de patatas “baby” espolvoreadas con ajo picado y orégano son gratis. Los camareros son simpatiquísimos, lentos y despistados, pero entrañables. La mitad de los días no nos cargaban los postres en la cuenta o tardaban tres cuartos de hora en servirnos el café, ese impecable e intensísimo café portugués.

Por las tardes, cuando volvía de la playa a casa, pasaba por la trasera descubierta del chiringuito. Frente al viejillo que asaba cada día nuestro pescado, al otro lado de la carretera, se erigía un enorme cartel que anunciaba la inminente construcción de un resort de lujo en ese mismo lugar. El Kubata tiene los días contados. Daos prisa. Por si esto fuera poco, sirven unas espectaculares caipiriñas a 3,50. Un lujazo.


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