¡También ella!


(Felicis dice)

¡También ella! Esa chica que cada domingo anhelo; a la que leo también de miércoles en miércoles; la que me hace reír y, últimamente también, llorar; a la que una sola vez vi en persona y lo único que fui capaz de decir es que apestaba a jazmines. Ella (sí sí, ella) también reniega de la secta del plato cuadrado!!

Ahí, la tenéis: Elvira Lindo, tan mundana y tan excepcional como siempre.

GIFT (de ROOM- MATE) / Negro de Anglona





Gift (De ROOM- MATE).................................Negro de Anglona.
Cómo llegar......................................Cómo llegar
Teléfono: 917011069........................ .Teléfono: 913663753

Dos restaurantes y muchos platos cuadrados

(Felicis dice)

Y ahora os cuento de los dos restaurantes a los que he ido este fin de semana, que me han vaciado el bolsillo y me han dejado el sistema digestivo a explotar de gases.


1) GIFT (de ROOM- MATE)

Lo primero que piensas del Gift nada más entrar, sobre todo siendo un gañán como yo soy, es lo pretencioso de la decoración del local, con ese rollo setentero un poco trasnochado. Pero al final es todo tan consecuente en esas formas y colores que rozan lo ridículo, que resulta incluso acogedor. Pero la verdadera sorpresa fue que tanto el maitre como los camareros tenían un trato afable, nada altanero, como es ya de esperar en cualquier antro de moda en Madrid, que te traten como si te perdonaran la vida por dejarte comer en SU superlocal. No fue así, y la cosa terminó saliendo a 35 euros por cabeza, pero hubo dos botellas de vino incluidas y comimos bastante bien. O sea, que hasta en los restaurantes más adscritos a la religión del plato cuadrado (porque no lo dudéis, los platos eran cuadrados, y para más inri, sin bordes) se puede uno sentir bien tratado. Por eso os lo recomiendo. Si algún día os sentís tan espléndidos e inconscientes que no os importa dejaros más de 30 euracos en algún restaurante de Madrid (lo que se está conviertiendo cada vez más en un deporte de riesgo), el Gift es una opción bastante segura. Y del menú no os hablo, porque ya sabéis que de lo culinario yo no tengo ni idea (Kubelick, tronca, anímate y regálate algún post, aunque sea sobre la chacina ibérica, que de eso sé que vas bien servida últimamente). Sólo deciros que no me quedé con hambre, cosa que no puedo decir del siguiente restaurante...

2) El negro de Anglona.

Gastarte 40 euracos en un restaurante para nada más salir zamparte muerto de hambre el pastel de calabaza que una amiga tenía en el coche, resulta cuando menos irónico. Y si vuelves a pensar en los 40 euracos, resulta patético. Esto es lo que ocurrió nada más salir del Negro de Anglona, que tenía el mismo espírutu ostentoso del GIFT sin rastro del rollito irreverente y descuidado (más chuequil, quizás) que tan bien le vendría. Porque la diferencia de precio por cabeza no fue tanta (apenas 5 euros más), pero bien es verdad que comimos bastante (mucho) menos, y que aunque en ambos restaurantes los platos eran minimalistas, aquí lo eran muchísimo más (las guarniciones, por ejemplo, eran casi inexistentes). Lo que más me gustó de la carta fue el salmorejo desconstruído con helado de aceite de albahaca, que me recordó a la sopa de tomate fría con helado de aceite de oliva que una vez probé en la que fue prácticamente mi primera incursión en el mundo de los restaurantes de copete, el Kikuyu . Pero cuando el platito llega a la mesa te entran ganas de llorar. Para emepezar, no es un plato, sino una minúscula copa de cóctel que se te termina en tres cucharadas (de postre). Y así con todo lo demás. Con cada plato que llega, más hambre que sientes. Y cuando por fin llega la delirante cuenta, y encima te intentan colar en ella un plato que nunca llegó a la mesa, lo flipas. Porque que hasta en estos sitios de tan alto nivel te vangan con gitanadas de ese calibre hace cuanto menos gracia. Que se confundan en el McDonalds tiene un pase, pero en este tipo de restaurantes, no.

El pastel de calabaza, por cierto, que nos zampamos luego, estaba exquisito. Y eso salió gratis.


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El fin de una era

(Felicis dice)

Tengo una amiga que vive en París desde hace ya muchos años, y con la que cada vez que viene a Madrid hacemos un recorrido por los restaurantes de moda de la capital (la mayoría de ellos, por supuesto, en Chueca, que aunque se está poniendo de un intenso bastante insoportable, todavía tiene ese aire irreverente que esperemos no termine agonizando). Esta amiga, además, es de Logroño, y su familia está en el negocio vitivinícola, con lo cual elegir un tinto o un blanco con ella se convierte en todo un ritual, al menos para simples allegados como yo. Y cuando a la hora de la copa, va y se pide una copa de champán, te termina desarmando (¡yo que me creía con clase por pedir gintonics!).
Pero a lo que iba. El otro día la conversación derivó en el artículo sobre la era del plato cuadrado del que ya hablé en este mismo blog. Y sobre cómo Madrid se está volviendo tan trendy como Barcelona (para lo bueno y para lo malo, por el encorsetamiento en las maneras). Ya sabéis: todo ese fenómeno que está convirtiendo a los restaurantes en pseudomuseos de arte contemporáneo con platos desectructurados a base de ensaladas templadas con queso de cabra y cebolla caramelizada, steaks tastars y salmorejos deconstruidos con helado de aceite de oliva. Mi amiga, la parisina, puso los puntos sobre las íes. Eso será en Madrid o en Barcelona, dijo, porque ahora en París la tendencia es la opuesta, y todos los restaurantes huyen del plato cuadrado y vuelven a las clásicas redondeces.
¿Quiere esto decir que en Madrid la era del plato cuadrado tiene también fecha de caducidad? De ser así, aún quedaría bastante, porque no ha hecho más que empezar, pero, ¿hay esperanza?, ¿tiene el plato cuadrado sus días contados?. Esperemos que sí, que por estos lares nos demos cuenta pronto de los desatinos de esta era que comienza, porque la tendencia española suele ser la de quedarse atascados en supuestas modernidades que nunca lo han sido, por lo que creo que nos queda plato cuadrado y ensalada de espinacas para rato.



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