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La cuenta, por favor
(Actualizado el 30 octubre de 2011)
Algunas cosas han cambiado desde la última vez que fui a Entre suspiro y suspiro. Al salón le han subido las luces: esto reduce
el nivel de intimidad, seguro, pero yo lo agradezco porque si hay algo que odio es comer a tientas. Se
confirma, por otra parte, y esto sí me fastidia, que han dejado para siempre de
hacer aquellas maravillosas margaritas servidas en grandes copas lacradas, tan pesadas que una tenía que cogerlas con las dos manos. Mucho menos generosas y pintonas, de un
tiempo a esta parte te las traen en un recipiente de cóctel más académico. Lo que
sigue incólume es la calidad de los platos. El Pato Zempoala y el picantito Pollo
al mole exquisitos, como siempre. Probé por primera vez el Manchamanteles, una
especie de Ropa vieja cubana (hebras de carne en salsa) mezclada con trocitos
de piña y acompañada de rodajas de plátano frito. Ricardo y Gonçalo habían
llegado tardísimo de Lisboa y ya no quedaba ni rastro de guacamole en la cocina,
ese sedoso guacamole tan distinto a cualquier otro que hayas probado en tu
taquería habitual. En su lugar pedimos las Estrellas marineras, curiosamente
adornadas con puré de frijoles, y unas Tortillas de ceviche sinaloense (en honor a los cuates del narcocorrido de Breaking bad: sí, soy así de limitada, no conozco nada más en ese estado) muy jugoso, con un
puntito dulce y con el cilantro perfectamente enmascarado en la vinagreta.
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