El fin de una era

(Felicis dice)

Tengo una amiga que vive en París desde hace ya muchos años, y con la que cada vez que viene a Madrid hacemos un recorrido por los restaurantes de moda de la capital (la mayoría de ellos, por supuesto, en Chueca, que aunque se está poniendo de un intenso bastante insoportable, todavía tiene ese aire irreverente que esperemos no termine agonizando). Esta amiga, además, es de Logroño, y su familia está en el negocio vitivinícola, con lo cual elegir un tinto o un blanco con ella se convierte en todo un ritual, al menos para simples allegados como yo. Y cuando a la hora de la copa, va y se pide una copa de champán, te termina desarmando (¡yo que me creía con clase por pedir gintonics!).
Pero a lo que iba. El otro día la conversación derivó en el artículo sobre la era del plato cuadrado del que ya hablé en este mismo blog. Y sobre cómo Madrid se está volviendo tan trendy como Barcelona (para lo bueno y para lo malo, por el encorsetamiento en las maneras). Ya sabéis: todo ese fenómeno que está convirtiendo a los restaurantes en pseudomuseos de arte contemporáneo con platos desectructurados a base de ensaladas templadas con queso de cabra y cebolla caramelizada, steaks tastars y salmorejos deconstruidos con helado de aceite de oliva. Mi amiga, la parisina, puso los puntos sobre las íes. Eso será en Madrid o en Barcelona, dijo, porque ahora en París la tendencia es la opuesta, y todos los restaurantes huyen del plato cuadrado y vuelven a las clásicas redondeces.
¿Quiere esto decir que en Madrid la era del plato cuadrado tiene también fecha de caducidad? De ser así, aún quedaría bastante, porque no ha hecho más que empezar, pero, ¿hay esperanza?, ¿tiene el plato cuadrado sus días contados?. Esperemos que sí, que por estos lares nos demos cuenta pronto de los desatinos de esta era que comienza, porque la tendencia española suele ser la de quedarse atascados en supuestas modernidades que nunca lo han sido, por lo que creo que nos queda plato cuadrado y ensalada de espinacas para rato.



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