Soul food
Los desfiles me parecen un coñazo. Esperar de pie, entre empujones para ver camiones mal forrados de papel maché desde donde gente disfrazada te saluda… no termino de entender dónde está la diversión. Ni de pequeña, oye. Aguantaba los Reyes, los Carnavales, la Semana Santa (para mí es un desfile más) pero en el fondo, me aburría como una ostra. Porque entonces yo hacía lo que todos, claro, y no me cuestionaba si me divertía o no. De hecho, creo que no caí en la cuenta de la cantidad de horas que había malgastado en esa chorrada hasta que me tuve que tragar el Wonderful World of Disney Parade en el parque de Paris: madre mía qué tortura. Y no era por el rollo cursi, qué va; bostezo también en el del Orgullo, con nalgas prietas, plumas al viento y cachondeo a go go.
Igual de aburrido es el African American Day Parade, el “desfile de negros más multitudinario de América" (“The Largest Black Parade In America”) que se celebra en Harlem cada mes de Septiembre. Siempre había asociado a los horteras eso de ir a coger sitio, como los descerebrados que esperan apostados al borde de la carretera a que pasen las motos que vuelven de Jerez o los corredores del Tour. Pero en este caso me encontré con que eran las elegantísimas señoras del barrio las que, recién salidas de la misa dominical, agarraban la sillita de playa y se quedaban pegadas a la catenaria de plástico de la NYPD.
Allí las dejé y, aprovechando que las cafeterías estaban despejadas, me fui a probar un auténtico brunch sureño a ‘Miss Maude's Spoonbread Too’. Lo llaman “soul food” aunque más que en alma, una lo siente en las caderas, en los muslos y en la tripa: pollo frito y gofres. “Soul” en este caso es el eufemismo políticamente correcto para “black”. Como todos los estereotipos, según quien hable del tema puede tener gracia (el cómico Chris Rock es un especialista en sacarle punta) o ser tremendamente ofensivo (cualquier cazurro segregacionista que se precie ha hecho alguna vez algún chiste a base de “fried chicken” y sandía, la dieta tradicional de los esclavos del Sur) pero lo cierto es que esta bomba hiper calórica se sirve en cantidades nada moderadas (la de la foto es la ración individual). Una sabrosísima combinación que tomada a diario puede convertir a Halle Berry en Precious pero que una vez al año vale la pena disfrutar.
Allí las dejé y, aprovechando que las cafeterías estaban despejadas, me fui a probar un auténtico brunch sureño a ‘Miss Maude's Spoonbread Too’. Lo llaman “soul food” aunque más que en alma, una lo siente en las caderas, en los muslos y en la tripa: pollo frito y gofres. “Soul” en este caso es el eufemismo políticamente correcto para “black”. Como todos los estereotipos, según quien hable del tema puede tener gracia (el cómico Chris Rock es un especialista en sacarle punta) o ser tremendamente ofensivo (cualquier cazurro segregacionista que se precie ha hecho alguna vez algún chiste a base de “fried chicken” y sandía, la dieta tradicional de los esclavos del Sur) pero lo cierto es que esta bomba hiper calórica se sirve en cantidades nada moderadas (la de la foto es la ración individual). Una sabrosísima combinación que tomada a diario puede convertir a Halle Berry en Precious pero que una vez al año vale la pena disfrutar.
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