Leo por ahí que en Londres van a habilitar parques públicos
como zonas de acampada durante los Juegos Olímpicos. Yo confieso que nunca he sido
demasiado mochilera ni cuando tenía edad. Me gusta más la maleta de ruedas,
tener espacio para airear la ropa antes de ponérmela y, siempre que puedo, camino
hacia la cama en lugar de arrastrarme. Pero reconozco que, para quien le vaya el rollo, es un planazo disfrutar por cuatro duros de una ciudad cuyo único defecto
es ser carísima.
Desde la ventana de mi habitación en el Travelodge de Covent Garden |
Me encantan los hoteles. Cuando me ha tocado pasar largas
temporadas en ellos lo he disfrutado mogollón. No entiendo ese lugar común de
calificar la experiencia de “fría e impersonal”, yo sólo le encuentro ventajas.
Y sí, claro, también soy de esas que entran en el bufé del desayuno como Hansel
y Gretel en la Casita de chocolate. Volviendo a Londres y los alojamientos
asequibles, hace un mes me quedé en el Travelodge de Covent Garden. Esta cadena
tiene hoteles de bajo coste diseminados por toda la ciudad y me cuentan que,
dependiendo de la ubicación, el “cost” es más o menos “low” y que el lustre
también varía según la sede. Mi habitación no sólo estaba inmaculada sino que
tenía una vista espectacular y el emplazamiento para un fin de semana de
musicales, compras y museos era fetén. Lo que yo no esperaba era encontrarme,
además, con un completísimo desayuno self-service al módico precio de siete
libras. Desde luego, la cafetería no es un saloncito de té, ni siquiera un pub
con solera: es un espacio feíto con mobiliario de chapa de abedul y teles de
plasma en las que están perennemente berreando los concursantes de The X
Factor. Por las mañanas, sin embargo, el concurso de Simon Cowell da paso a los telediarios
mientra una elige si quiere Full English Breakfast, yogurt con cereales, bollos, tostadas, frutas, zumos, café o té. Todo de primera y muy barato.
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