Sylkar





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Los pacenses somos capaces de cosas grandiosas. Ahí va un ejemplo:

Un socavón se traga un camión en Badajoz (Hoy.es 17/03/2010)
No todo va a ser tragedias familiares con tintes lorquianos; de vez en cuando tenemos alardes de verdadero talento. Otro de ellos tiene como protagonista al pueblo de mi abuela, Villanueva de la Serena, donde, dicen, podría haber nacido la tortilla de patatas allá por el año del Señor de 1798. Algunos expertos, cortarrollos envidiosos, afirman que lo que los villanovenses cocinaron llevaba harina en la mezcla y que, por tanto, no era una tortilla sino un bizcocho de patatas frito. Pero todos sabemos que en España cada uno hace la tortilla como le da la gana: más o menos cuajada, con cebolla, sin cebolla, con pimientos, con chorizo, regada en salsa, la mejor que he probado nunca estaba, irónicamente, cocinada por una marroquí. Un dignísimo segundo puesto, sin embargo, podría ocuparlo la que ofrecen en el españolísimo bar Sylkar.

Me gusta a pesar de que prefiero la tortilla “más hecha”. La de Sylkar es babosilla, pero con el resto de elementos tan bien combinados y tan tan sabrosa, que la decisión de servirla a medio cocer deja de tener importancia (ahora, si eres de los que no soportan tocar el huevo crudo, no lo intentes). Finita, con la cebolla perfectamente vencida y tostada por fuera, merece la pena acercarse a Esproceda a probar un pincho por dos euros y medio. El resto de la carta, excelentes guisos caseros entre los que destacan unos callos sobresalientes, no tienen un precio tan razonable (sí, un pincho de tortilla en Madrid hoy en día cuesta eso y mucho más). Un plato de mollejas con patata panadera por veinte euros o unos calamares en su tinta con arroz blanco por diecisiete, en un bar, es una exageración. Por muy buenos que estén.

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