Crucina





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La cuenta, por favor


“Caerte de bruces en una maceta”, “masticar tierra”, “lamer un cactus” el sábado por la noche agotamos todas las analogías más o menos ingeniosas para describir las propuestas del restaurante Crucina. Esta "cocina sin fogones", vegetariana y cruda es, ya lo puedo decir, una auténtica tortura. ¿Cómo es posible que un zumo de zanahoria, naranja, tomate y remolacha sepa a tierra? No se me ocurrió que quizá no laven los alimentos hasta que Fernando lo sugirió ayer. ¡Oh cielos! ¿Alguien sabe si este particular forma parte de las directrices del crudivegano? Espero que no pero después de atender a las pormenorizadas (e innecesarias y muy MUY pesadas) respuestas de una de las dueñas a los cómo y los por qué de esta dieta me creo cualquier cosa. Entre sorbo y sorbo de vaya usted a saber qué, Patti recordaba aquel personaje de “Notting Hill” que sólo comía frutas que se cayeran del árbol porque pensaba que separar a un vegetal de su raíz era asesinato; sé que hay gente que no toma huevos ni lácteos pero nunca se me había ocurrido considerar que la miel es un producto animal. Qué ignorante y qué insensible soy.

Traed el cincel de casa si queréis degustar los "panes", "tartaletas" y "tostadas". No exagero.
No hay forma humana de masticarlos sin correr el riesgo de perder un par de muelas.
Al final creo que probamos toda la carta, con sus karnes y sus kesos (según la dueña, hechos a base de vegetales y frutos secos…) y sería justo decir que las frases más repetidas fueron “no sabe absolutamente a nada” y “¡puag!”. Con la excepción de un plato llamado Saag Hindú, una especie de puré de espinacas con muchas especias que estaba muy rico pero que después de la segunda cucharada aburría a las abejas (esas a las que explotamos y robamos su comida).


“¿No tomáis postre?”, nos dijo la dueña cuando vio que pedíamos la cuenta sin haber terminado el segundo plato. “Qué lástima, nuestro surtido es estupendo, sin harinas ni azúcares ni venenos de ese tipo…”  Pues por eso, hija, por eso precisamente.


El domingo por la tarde, mientras saboreba una ponzoñosa hamburguesa del McDonalds con patatas (FRITAS) y cocacola (ASSSSÚCAR!) leí en El Pais Semanal que si renunciamos a los hidratos y las proteínas (carne, huevos) estaremos más “limpios”, sin deshechos, pero también “estaremos cortos en hierro y en vitaminas del grupo B, que sirven para la concentración y la memoria” A lo mejor es por eso que los crudiveganos se han olvidado de que, como bien apuntó Luis durante la cena, el uso del fuego es el rasgo que separó al hombre de las bestias.

5 comentarios:

Fernando L.A. dijo...

Después de leer esta crítica culinaria me he quedado con las ganas de probar los postres.

kubelick dijo...

Eres un jachondo, Fer.

Fernando L.A. dijo...

No hace mucho me comí un helado vegano sin conservantes, sin colorantes, sin edulcorantes artificiales y sin gracia ninguna. Al día siguiente me pasé a Häagen-Dazs. No sé qué clase de veneno tenía pero era delicioso. :D

kubelick dijo...

Lo malo de este tipo de mortificaciones es que, cuando recuperas el sentido, tienes la necesidad de compensarte con cantidades extra. Seguro que pediste la tarrina supersize...

Fernando L.A. dijo...

No era súper, pero compramos dos, ja, ja