La Caridad 78





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El impresionante patio alrededor del cual
está construido el bloque de apartamentos
del Apthorp es una de las localizaciones
reales de la película de Nichols.
La Caridad era uno de los restaurantes preferidos de Nora Ephron. La autora de Cuando Harry encontró a Sally destacaba este local como uno de los mayores atractivos del Upper West Side, barrio al que se mudó tras su traumático divorcio de Carl Bernstein. Como catarsis de su vida en común con el codestapador del Watergate, del deslumbramiento a los cuernos, escribió un libro que tituló gástricamente Heartburn (ardor de estómago) y también su adaptación cinematográfica, dirigida por Mike Nichols, protagonizada por Meryl Streep y Jack Nicholson, y rebautizada en España con otra metáfora de sobremesa, Se acabó el pastel. En un artículo para el New Yorker, Ephron recordaba aquellos días cuando huyó de Washington y se refugió en el majestuoso edificio Apthorp, en un sexto piso con ocho habitaciones y un precio de alquiler ridículo, que inmediatamente se convirtió en su sanctasanctórum. Diez números más abajo en la misma acera de Broadway, está La Caridad


También los fundadores de La Caridad salieron por patas de algo que, al principio parecía una buena idea, y luego resultó que no. De la China de Mao se fueron a Cuba (ya es tener puntería), de donde emigrarían de nuevo, diez años después, al estallar la Revolución Castrista para recalar en Manhattan a principio de los sesenta. El restaurante es un espacio luminoso y nada sofisticado, un comedor sencillo con carteles donde puedes leer los nombres y precios de la amplia oferta de platos cantoneses y criollos. Las especialidades son precisamente eso, platos típicos de uno y otro lado, así que no estamos hablando de un restaurante fusión. Claro que siempre hay una lista, como yo, a quien se le ocurre que por qué no, seguro que mezclar las dos cosas es una buena idea. Pues no. Pedí un plato de gambas guisadas acompañado de arroz y unos plátanos fritos. El camarero torció el morro, pero a mí me dio lo mismo. Este fue el resultado: 


Lo bueno de meter la pata en un restaurante como La Caridad es que el error no te cuesta demasiado caro (de hecho, es baratísimo). Si os pasáis por allí, no os tiréis el rollo y optad por chino o cubano, o por chino y cubano, pero no en el mismo plato. La tradicional ropa vieja con frijoles y plátano frito está muy buena y, cuidado, las raciones son enormes. 








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