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Llevo todo el fin de semana soñando con las cup cakes del Magnolia Bakery. Desde que dejé de fumar me dan ataques de hipoglucemia y yo, que nunca antes había tomado postre en mi vida, necesito meterme un atracón de dulces entre pecho y espalda. He visto cuarenta millones de recetas en Youtube y ninguna revela cuál es el ingrediente secreto que las hace tan adictivas. Porque no es una simple magdalena con crema dulce encima. Después del primer mordisco, y aunque estés llena a reventar, quieres otra y otra y otra. Menos mal que no las tengo a mano porque si no terminaría protagonizando mi propia versión de “El dilema”, gorda cebona como Russell Crowe, demandando en los tribunales a las dueñas por atrofiarme las arterias con azúcar y mantequilla.
La culpa de todo, claro, la tiene la tele. Me topé el otro día con el capítulo de "Sex and the City" en el que Carrie le cuenta a Miranda que ha conocido a Aidan mientras devoran sendas Barbie cupcakes sentadas en la puerta de la neoyorquina pastelería. Como casi todo lo que tiene que ver con esta serie (de la que sigo siendo fan absoluta) lo vulgar se convierte en trendy, y de nuevo me apeteció ir corriendo a Manhattan a charlar de fruslerías con la boca llena, dejando que trozos de bizcocho se me caigan literalmente de la boca.
Aunque parezca que lleva ahí desde los tiempos de la huerfanita Annie, la solera de Magnolia Bakery es de mentira. Abrió sus puertas en 1996 y casi de inmediato se convirtió en un must de la vida manhateña. El asiento de madera que aparece en la serie no existe y todo lo que sirven en la tienda, incluido el café, es para llevar. Pero justo enfrente hay un parquecito con bancos y mesas de piedra donde las treintañeras y mariquitas del SATC Tour degustamos nuestras “mucho más que magdalenas”. Y aunque es cierto que hay horas del día en que las colas dan la vuelta a la manzana, si vas entre semana a desayunar, estarás en el parque a tu aire y tan agusto, sólo acompañada por los borrachos del barrio.
Típico "quinqui" del West Village |
Aunque parezca que lleva ahí desde los tiempos de la huerfanita Annie, la solera de Magnolia Bakery es de mentira. Abrió sus puertas en 1996 y casi de inmediato se convirtió en un must de la vida manhateña. El asiento de madera que aparece en la serie no existe y todo lo que sirven en la tienda, incluido el café, es para llevar. Pero justo enfrente hay un parquecito con bancos y mesas de piedra donde las treintañeras y mariquitas del SATC Tour degustamos nuestras “mucho más que magdalenas”. Y aunque es cierto que hay horas del día en que las colas dan la vuelta a la manzana, si vas entre semana a desayunar, estarás en el parque a tu aire y tan agusto, sólo acompañada por los borrachos del barrio.
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