Cómo llegar
Teléfono: 915476581
Precio aproximado: 40€
Cómo es Italia
"CARMELA (..) How's Italy?
TONY
Got to be honest with you.
Pretty freaking good.
We'll have to come back here.
CARMELA
Yeah, right. So how's the food?”
(kubelick dice)
Hace poco más de un mes, en una cena con amigos en Ouh babbo! , A y su novio H anunciaron que tenían intención de casarse. Parapetada por la algarabía de felicitaciones de los presentes, hundí la cabeza en el plato mientras un escalofrío me recorría la espina dorsal: "¡Ay madre!", pensé, "¡más gastos!". Sin embargo, de inmediato añadieron que celebrarían las nupcias en Salerno, una pequeña ciudad de la región italiana de Campania situada junto a la costa amalfitana. "¡Será por iglesias en Italia!", "¡Qué bonito!", "¡Podemos ir a ver las ruinas de Pompeya!", era yo la que,ahora, palmoteaba alborozada. La razón se me había nublado por completo. En mi cráneo solo había sitio para una enorme, blanca y jugosa pieza de mozzarella de búfala. Cada uno tiene sus prioridades y, si es por ir a comer a Italia, se pide un crédito y a correr.
Hay un montón de razones que hacen de salir al extranjero una experiencia maravillosa. Parte del misterio de cómo es la gente del lugar que uno visita queda desvelado en la manera de asear sus verduras, ornamentar sus carnes y ligar sus salsas. Conozco, sin embargo, a quien ese aspecto de hacer turismo no le interesa. Los hay que prefieren evitarse problemas: cogen embutido envasado al vacío y un par de latas de mejillones en escabeche, y lo esconden todo entre los calcetines de la maleta. Yo soy de las que se zampa un cucurucho de saltamontes para luego poder contar a qué saben. Pero no todo el mundo está dispuesto a correr el riesgo de sufrir un proceso diarreico en extremo oriente. De hecho, los españoles, cuando salimos de este edén culinario en el que vivimos, somos propensos a la gastrofobia. Conservadores en cuestiones de menú, rara vez hacemos experimentos. No es difícil encontrarse a una pareja de españolitos en una plaza de Budapest, dudando si se zamparán un gulash o no en función de los ingredientes que tenga en común con los guisos de su madre. Un suponer:
“UNA PLAZA CUALQUIERA DE BUDAPEST. EXT/DÍA
CAMARERO
… onions, paprika, lamb…
ESPAÑOLITA
(Dándole un codazo a su marido)
Lo que yo decía, Manolo: un estofado…"
Luego, claro, llegará el plato a la mesa y se darán de bruces con la ausencia de aceite de oliva, o sea, con el efecto "sofrito rancio". En la foto parecía un estofado pero no lo es: es un guiso extraño que desata en nosotros una desazón emocional que nos hace desconfiar, no ya del cocinero, sino de la población del país al completo. “De lo que se come, se cría”, es una verdad como un templo. En todas esas comidas, terminamos parafraseando a la pequeña Dorothy con una mueca desdeñosa: "¡Pff! como en casa, en ningún sitio".
De asearse, de adornarse y de ligar, los italianos saben un rato largo. De templos, saben más, y si hay algo a lo que en Italia rinden sincera pleitesía es al aceite de oliva. Por eso es el único país donde el estómago del español se relaja y se confía. Por eso los españoles compartimos con ellos esa alegría de vivir que los países que cocinan con mantequilla (y con prisas) anhelan. Por eso, como nosotros, estructuran su quehacer cotidiano en función de las horas de las comidas. Por eso tenía tantas ganas de volver. Por eso y porque me muero por probar in situ, según cuaja, la mítica y perecedera mozzarella de búfala.
Es una lástima. Después de las Navidades, A y su novio H habían decidido cambiar su enlace a lo "talentoso Mr Ripley" por algo más convencional. Yo por mi parte, como en la casa de empeños no me devuelven el dinero de la medalla de la comunión, me voy a dar un homenaje compartido en Ouh babbo! De momento, es lo más cerca que voy a estar de la comida Napolitana. Un par de platos de estupenda pasta fresca: esos sombreritos rellenos de calabaza que tanto me gustan. Un entrante… mmmm, una sepia rellena, por ejemplo. Del norte del pais, el vino: un buen chianti toscano… y del sur, el postre: un cannolo siciliano. ¡Cómo es Italia!
TONY
Got to be honest with you.
Pretty freaking good.
We'll have to come back here.
CARMELA
Yeah, right. So how's the food?”
(kubelick dice)
Hace poco más de un mes, en una cena con amigos en Ouh babbo! , A y su novio H anunciaron que tenían intención de casarse. Parapetada por la algarabía de felicitaciones de los presentes, hundí la cabeza en el plato mientras un escalofrío me recorría la espina dorsal: "¡Ay madre!", pensé, "¡más gastos!". Sin embargo, de inmediato añadieron que celebrarían las nupcias en Salerno, una pequeña ciudad de la región italiana de Campania situada junto a la costa amalfitana. "¡Será por iglesias en Italia!", "¡Qué bonito!", "¡Podemos ir a ver las ruinas de Pompeya!", era yo la que,ahora, palmoteaba alborozada. La razón se me había nublado por completo. En mi cráneo solo había sitio para una enorme, blanca y jugosa pieza de mozzarella de búfala. Cada uno tiene sus prioridades y, si es por ir a comer a Italia, se pide un crédito y a correr.
Hay un montón de razones que hacen de salir al extranjero una experiencia maravillosa. Parte del misterio de cómo es la gente del lugar que uno visita queda desvelado en la manera de asear sus verduras, ornamentar sus carnes y ligar sus salsas. Conozco, sin embargo, a quien ese aspecto de hacer turismo no le interesa. Los hay que prefieren evitarse problemas: cogen embutido envasado al vacío y un par de latas de mejillones en escabeche, y lo esconden todo entre los calcetines de la maleta. Yo soy de las que se zampa un cucurucho de saltamontes para luego poder contar a qué saben. Pero no todo el mundo está dispuesto a correr el riesgo de sufrir un proceso diarreico en extremo oriente. De hecho, los españoles, cuando salimos de este edén culinario en el que vivimos, somos propensos a la gastrofobia. Conservadores en cuestiones de menú, rara vez hacemos experimentos. No es difícil encontrarse a una pareja de españolitos en una plaza de Budapest, dudando si se zamparán un gulash o no en función de los ingredientes que tenga en común con los guisos de su madre. Un suponer:
“UNA PLAZA CUALQUIERA DE BUDAPEST. EXT/DÍA
CAMARERO
… onions, paprika, lamb…
ESPAÑOLITA
(Dándole un codazo a su marido)
Lo que yo decía, Manolo: un estofado…"
Luego, claro, llegará el plato a la mesa y se darán de bruces con la ausencia de aceite de oliva, o sea, con el efecto "sofrito rancio". En la foto parecía un estofado pero no lo es: es un guiso extraño que desata en nosotros una desazón emocional que nos hace desconfiar, no ya del cocinero, sino de la población del país al completo. “De lo que se come, se cría”, es una verdad como un templo. En todas esas comidas, terminamos parafraseando a la pequeña Dorothy con una mueca desdeñosa: "¡Pff! como en casa, en ningún sitio".
De asearse, de adornarse y de ligar, los italianos saben un rato largo. De templos, saben más, y si hay algo a lo que en Italia rinden sincera pleitesía es al aceite de oliva. Por eso es el único país donde el estómago del español se relaja y se confía. Por eso los españoles compartimos con ellos esa alegría de vivir que los países que cocinan con mantequilla (y con prisas) anhelan. Por eso, como nosotros, estructuran su quehacer cotidiano en función de las horas de las comidas. Por eso tenía tantas ganas de volver. Por eso y porque me muero por probar in situ, según cuaja, la mítica y perecedera mozzarella de búfala.
Es una lástima. Después de las Navidades, A y su novio H habían decidido cambiar su enlace a lo "talentoso Mr Ripley" por algo más convencional. Yo por mi parte, como en la casa de empeños no me devuelven el dinero de la medalla de la comunión, me voy a dar un homenaje compartido en Ouh babbo! De momento, es lo más cerca que voy a estar de la comida Napolitana. Un par de platos de estupenda pasta fresca: esos sombreritos rellenos de calabaza que tanto me gustan. Un entrante… mmmm, una sepia rellena, por ejemplo. Del norte del pais, el vino: un buen chianti toscano… y del sur, el postre: un cannolo siciliano. ¡Cómo es Italia!
1 comentario:
Siempre recordaré lo bien que comí en Nápoles. Un lugar sórdido lleno de encantos.
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